miércoles, 2 de junio de 2021

Escritura creativa

 Café Mercurio

Por Vanessa Padilla 

Sus pasos eran firmes, caminaba desbordando luz, sabiduría, ensueño, se sentía como si supiera qué dirección tomar, esquivando obstáculos de cristal, de hierba, de viento, la sacerdotisa repetía en sus adentros unas frases como mantras que la tenían en ese estado de lucidez y espejismo, en el fondo eran recursos para recuperar la calma, dentro de su corazón estaba aterrada al saber que tenía una cita en el café Mercurio con el gran maestro de las tinieblas, charlarían unas horas sobre la profundidad de la existencia, la frivolidad del ser, la musicalidad de la vida, pero finalmente hablaron sobre canciones pop y el miedo a los gatos, los minutos pasaron agotando toda la luz que ella irradiaba horas antes de llegar, el encuentro fue como un café frío, ambos llevaban en los bolsillos bocetos de canciones y libros de existencialismo en la mochila, pero al encontrarse se borraron las ideas y el encuentro, no fue abominable, tampoco hay que exagerar, pero fue tan fatal que no quedaron más ganas de un nuevo encuentro. Camino a casa sus pasos no fueron tan firmes aunque conocía bien el rumbo, la firmeza está sobre todo en la alegría de avanzar, pero en el camino un lodazal la atrajo y sin dudarlo se quitó las sandalias y se puso a jugar con los pies en el lodo, el lento caer de la noche pintaba el cielo como un zafiro y la conjunción del color en los ojos con la textura de la tierra húmeda en los pies le permitieron vislumbrar en el interior de su frente una nueva escena que se jugaba así: en el Café Mercurio habrá una taza humeante y un pastel de manzana, ella interrumpe su lectura de ese compendio de poemas latinoamericanos que lee siempre que tiene miedo, cuando él llega vestido de negro se sienta junto a ella, pide otro café y una cuchara con intención de usurpar el pastel de ella, ella no se apresura a comer, pero sí a cobrarle el abrazo que desde hace muchas vidas le debe. Como de un sueño despierta del letargo y con el cielo ennegrecido pero inundado de estrellas, ella vuelve a su mundo a continuar leyendo, añorando y tomando café.

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