miércoles, 23 de junio de 2021

Escritura creativa

 Sin luz ni sombra

Por Vanessa Padilla 

El dios sol está moribundo, le duele la humanidad, su brillo se va apagando y lentamente se opaca la vida entera, todo lo vivo acentúa su nostalgia, su miedo, los niños y niñas no juegan más con su sombra, la oscuridad de las angustias pinta las enaguas de las danzantes, la negrura de las tormentas carcome los calores del verano, se apagan los destellos en las miradas de los amantes y las frutas maduran sin endulzarse. 

El dios sol está moribundo, le duele la humanidad y la humanidad misma se desahucia, se condena. Una pequeña tribu de los Andes coloridos, como si retazos de tela cobijaran sus montañas, deciden hacer algo para reavivar al dios sol, se dirigen a la cascada para desde ahí levantar en un canto sus voces que parecen de fuego y arden en cada melodía para devolverle al sol su llama, la música es vida y esperanza y si hay algo que pueda darle al dios la alegría de existir, son las voces de sus hijos, que además, en pequeñas vasijas de arcilla colocaron flores silvestres que nacieron de la luz y el agua. 

Un pequeño vendaval curioso subió a lo más alto del cielo y se acercó al dios, rodeándolo como en un abrazo transparente desprendió ciertos susurros que en realidad eran besos de aquellos que sumergidos en el agua del río cantaron para lavarle al sol sus penas y cargarlo de fuerza para seguir brillando y dando vida a esa humanidad que tanto le aflige. Sus rayos se intensificaron, la sombra y la luz dieron un espectáculo con el bailoteo de las hojas. El sol se alegró.

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