martes, 29 de junio de 2021

Escritura creativa

 El Sol, Maradona y una Vasija de Lágrimas

Por Danilo Borja

En la sala del único hospital para dioses yace el Sol. Junto a él está quien Galeano conoce como dios más humano de todos, Diego Maradona. Ambos dioses entran en una conversación muy profunda sobre sus enfermedades. Empieza Maradona y le cuenta la historia que todos ya sabemos. De su paso por el Napoli hasta su gol a los ingleses lleno de trampa y sabor a venganza. El sol escuchó atentamente al fanfarrón hasta que le tocó su turno. El sol le cuenta a Maradona en medio de una tos seca y continua, que lo llevaron al hospital porque su núcleo se está apagando. Un extraño parásito que resiste las más altas temperaturas lo está atacando. Todos los médicos de la galaxia están sorprendidos. El sol, con toda su bondad, cariño y sabiduría, no llena los oídos de Maradona con una larga y egocéntrica historia. Por el contrario, el sol empieza elucubrar sobre lo que sucedería con los seres de su amada Tierra si los médicos no le dan el alta antes de que sea hora de amanecer. El sol se pone extremadamente ansioso por el hecho de que sin él no habrá ni luz ni sombra. Se preocupa por todos los seres de la tierra que dependen de estos atributos para existir. La idea de que una vaca no podrá acostarse bajo la sombra de un árbol le llena el corazón de tristeza. Sus preocupaciones explotan cuando cierra los ojos y ve a una niña temblando del frío mientras canta decepcionada, “sol solecito, caliéntame un poquito. Por hoy y mañana y por toda la semana”. El sol se siente un fracasado por dejarse infectar. El gordo de Maradona se quedó dormido a los cinco minutos de que el sol empezó a reflexionar, pero a pesar de su falta de educación, su presencia en esa sala terminó siendo instrumental para la vida en la Tierra. A medianoche, Maradona recibe una llamada de un periodista. Y como era de esperarse el dios del fútbol le termina diciendo que el sol está internado y parece que va a morir. Así sin anestesia ni preámbulos. El periodista inmediatamente manda un tweet y al cabo de 5 minutos todo el planeta se enteró del mal estado del sol. Pero aquí viene lo bueno de la historia y de la modernidad. En una comunidad lejana un aciano indígena leyó el tweet del periodista argentino. Sin dudarlo, el anciano llamó a toda la comunidad para realizar un ritual en bien del sol. Iniciaron la ceremonia pidiéndole al propio sol que fortalezca e ilumine a todos los presentes para que mantengan su humildad y así sus plegarias sean más poderosas. Continuaron por agradecerle al sol por todo lo que éste les había dado. Le agradecieron por los frutos, los animales, el agua y la vida que les había dado. Como era de esperarse en todas las ceremonias del planeta, un bebé empezó a llorar. En lugar de enojarse, el anciano que lideraba la ceremonia se dio cuenta que la niña daba la pista de que deberían usar el agua para curar al sol. El anciano se apresuró a pedir que le traigan una vasija de agua para continuar el ritual. Suena a una petición fácil de cumplir, pero en aquel momento aquella comunidad alejada experimentaba la más cruda de las sequías. No había llovido en meses y la vertiente más cercana estaba ubicada a 5 horas del lugar. Siendo media noche, los cálculos le decían al anciano que había un gran riesgo de que no lleguen antes de que sea hora de amanecer. Él estaba seguro de que esa era la hora límite para salvar al sol. El anciano tenía que tomar una decisión rápida y eficaz. En su cabeza había dos opciones: apresurarse para llegar a la vertiente o pedir a toda la comunidad que llore para llenar la vasija. Se decidió por la segunda. Pero ¿cómo podría lograr derramar tantas lágrimas? Sorpresivamente, sin dar mayores explicaciones, el anciano empezó el ritual que salvaría al sol. Puso un poco más de leña en la fogata y empezó a recordarles a todos y cada uno sobre las bondades del sol. A Juana, su esposa, le recordó el día en que su primogénito había nacido. Su anécdota giró completamente sobre el momento en que el bebé nació y el sol lo abrigó. Juana no tuvo más remedio que llorar. Y a su llanto de felicidad y agradecimiento se juntó el propio anciano y sus 3 hijos. Con eso la vasija alcanzó el 25% de su capacidad. Así continuó por 2 horas. Contando historias de alegría y amor que el sol había fertilizado. Las lágrimas salvaron al sol.

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