miércoles, 21 de julio de 2021

Escritura creativa

Por Vanessa Padilla

Buscaba palabras para armar mi estructura, porque el silencio me desvanece, no son ni verbos, ni adjetivos los que me dan sentido, son nombres, nombres propios los que se van disponiendo uno sobre otro para construir algo con la maraña de afectos que me sostienen. Algunos nombres empiezan a llegar: Adriana, era morena y muy pequeñita vivía a sólo unos pasos de la escuelita primaria, se fue a su casa un viernes prometiendo que el lunes habría una sorpresa, lo que llegó fue la noticia de que había muerto, siendo tan niña yo, no comprendía lo que esa ausencia representaría, ahora sé que es la primera palabra con la que mi orden empieza. Cristina era alegre y libre, se vestía lindo y podía hacer lo que quisiera, estar con ella era beber un poquito de esa libertad hasta que encontró otra amiga. Tomás estaba siempre enamorado de todas las otras niñas, pero compartíamos el tiempo y el amor por los colores, el café expreso y los libros, pocos pintores conozco con esa constancia y talento, (seguro tiene millones de bitácoras con los retratos de las otras niñas). Gabriela me abandonó en África, y sólo se acordó de que estaba perdida y sola el día anterior a tomar el avión de regreso. A Magally la convencieron de que soy mala influencia, Geovanny no entendió que la música no se mezcla con el machismo, de Alvaro y Danilo no me separaré nunca, por más distancia que haya, la salsa y la cerveza siempre podrán más. Blanca me quiere, pero se entristece al verme feliz. Leo no me responde porque se prometió no hacerlo. Esta que soy es un compendio de mí misma, más el aporte que me dan, con o sin ellos, con o sin ellas, soy, sin duda, pero todos han puesto un grano de arena. Y aquí estoy, luchando contra el silencio, armándome con palabras.

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