Lectura al atardecer al borde del acantilado
Por Santiago de la Torre- Cusni
Me cuesta recordar el último grito, pienso mientras disfruto del atardecer sentado en la arena bajo el viejo árbol.
El silencio es acompañado por el ritmo de las olas, es muy relajante.
El sol cae y el horizonte de agua se torna rojo intenso.
Con un libro apoyado en mi pierna vienen a mi mente un sillón rojo y una copa rota.
Cierro los ojos y siento como si una cobija de terciopelo cayera en mi rostro.
Escucho la voz de todos los abuelos y aún con los ojos cerrados les siento sonreír.
Suspiro, siento el olor a jazmín y tierra mojada.
Susurro un adiós.
Abro los ojos y solo veo azul.
Una bruma espesa pero luminosa me impide reconocer detalles, hasta que logro identificar una figura humana nadando hacia mí.
Estoy bajo el agua y este hombre de pelo largo y blanco con una gran sonrisa me toma del brazo y me lleva a la superficie.
El aire y la luz del sol inundan mis sentidos y me sobrepasan.
Me siento rodeado de especias y hierbas.
Abro los ojos sonrío y sigo cocinando, un intenso olor de aceite de coco, perejil y azafrán inundan mi nariz.
Está increíble, susurro mientras lo pruebo, sé que esta vez te va a volar los sesos, pienso mientras sirvo una copa de vino y suena un disparo...
Me encanta mi casita, la armé entre el sillón rojo de la sala y la silla rota de madera color chocolate. Las cubrí con mi manta favorita de terciopelo verde y traje mis tesoros: la foto de mi papá prendiendo un cigarrillo, el frasco metálico de crema para las manos que usaba mi abuela, la pipa de mi abuelo, la bola roja de billar y el retazo de poncho rojo de mi mamá. Eso junto a mis tres libros favoritos son mis tesoros.
Cierro los ojos y me transporto a la covacha bajo el acantilado, ahora tengo en mi pecho un libro y en mis manos una cerveza helada.
Tomo un sorbo mientras siento la brisa tibia en mi rostro y escucho el vaivén de las olas.
De pronto un viento helado me paraliza, algo está por suceder, “Es la condesa que se ha perdido en el interior de la pirámide” grita MacQueen.
Suelto el taco de billar y salgo corriendo sin darme cuenta que las cartas caen en la chimenea, al cerrar la puerta estalla una explosión.
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