El tiempo tienta y cuenta
Por Isabel Albornoz
Una ocasión una niña caminó por horas por un bosque tupido, tan solo por curiosidad quiso explorar, de repente sintió que el cielo comenzaba a tronar, decidió buscar dónde escampar, la lluvia empezó a tocar su cara con caricias pero luego se hicieron más pesados esos cariñosos abrazos.
La niña encontró un hueco debajo de una roca enorme, parecía el hogar de algún hada del bosque.
Al entrar en la misma escuchó una melodía que se repetía en la oscuridad toda sombría, al ser tan curiosa indagó y quitando los miedos entró más en la sombría y húmeda oscuridad .
Vio una luz que salía casi muerta de una pequeña caja, al abrir vio que era una diminuta bailarina llena de polvo que giraba con una dulce melodía. La caja parecía antigua, y la música sonaba ronca, pero aquellos sonidos le recordaron a cómo solía bailar con su abuelita, al imaginar e imaginar, de repente una proyección llegó a su mente y en ella se vio jugar con sus amigos, saltando en los charcos de agua, y la caliente y rica comida que hacía su abuelita.
De repente esa oscuridad, el frío y la humedad, se despejaban porque esa luz tenue y la música ronca y vaga alimentaba sus fantasías y casi parecía que eran reales, casi tangibles, sentía como sus amigos de escuela, le abrazaban y le brindaban dulces, ella en ese sueño extraño corría por las montañas casi como si volara, y de repente de un salto caía dentro del mar, el agua salada salpicaba a sus labios y la arena le picaba las piernas.
De repente el sonido de un rayo fuerte la despertó de ese trance, y ella del susto cerró la cajita musical y la botó al piso húmedo lleno de agua y ranitas que saltaban por todas partes.
Intentando recuperar la caja, palpó el suelo en la oscuridad y sintió la manija de una puerta, ella intentó abrir y al hacerlo toda el agua cayó y los sapitos colgaban intentando no caer por la puerta, ella se echó para ver en ella y vio unas sombras que desfilaban al otro lado de la puerta, veía una muchedumbre que reía, otros cuantos lloraban y unos pocos andaban tomados de las manos, profesando su amor, sintió tanta alegría y esperanza ver que todo eso pasaba, al mismo tiempo una música embriagaba el ambiente, ella quería entrar para estar en esa fiesta, y aunque todo ocurría en ese instante, ella no cabía por esa puerta.
La gente la veía y la llamaba, le decía ven a bailar y le ofrecía chocolates, parecía que al otro lado también llovía a cántaros, sin embargo, nadie se mojaba, aunque había unas cuantas personas que estaban sentadas y lloraban en su misma charca.
Ver toda esa escena que desfilaba por frente de ella, le produjo mucho sueño, y se acurrucó a lado de la puerta abierta para escuchar esa canción tan alegre que la hizo dormir dulcemente.
Tomó unas cuantas ranitas, las juntó como montaña y se acostó encima de ellas como si fueran un colchón suave y acogedor.
Al quedarse dormida, se vio caminando en un túnel largo donde todo se sentía más pesado, sus piernas se hacían largas pero su caminar era pesado y lento, conforme avanzaba, escuchaba ruido blanco que se hacía eco en todo el túnel, el sonido era estruendoso y molesto, todo era sombrío y frío, ella anhelaba llegar al final del túnel pero parecía que todo se hacía más largo e infinito
Se sintió cansada y de golpe cayó abruptamente al piso, alzó la mirada y vio que habían caminos que flotaban por los aires, había gente en ella que caminaba toda aventurera con mochilas grandes y pesadas.
La niña sintió un poco de ansiedad, pero trató de calmar ese palpitar que de su pecho pequeño le apuñalaba por dentro.
Decidió cerrar los ojos e imaginar los abrazos de sus padres, el chocolate caliente que preparaba su madre y que siempre le decía “chocolate sin queso es como abrazo sin beso”, los chistes de sus hermanos, las ocurrencias de la multitud en las calles, detalles de la cotidianidad, que se forjan como guardianes del pensamiento de uno y si encuentras la paz en esos recuerdos, en esos instantes lejanos o cercanos entonces no estarás sola nunca más.
Al abrir los ojos la pequeña, sintió que sus pies ya no tocaban el piso y que su cuerpo flotaba hacia esos caminos flotantes donde las personas recorrían esa travesía con energía y esperanza.
La niña vio como todo se dio la vuelta y en esos caminos transparentes sintió una esperanza, esperanza por seguir el recorrido, por acabar ese túnel y que no todo sea un suspiro.
Y sabía que nuevas melodías escucharía, nuevos sabores probaría, nuevos recuerdos crearía más nunca más estaría sola porque ella habita en los recuerdos de otros y ella también crea a sus personas queridas en los recuerdos que su memoria cobija.
Cuando acabó de llover la niña despertó y recordó que estaba en ese huequito acostada en la cama de ranitas que muy amables le brindaron quietud.
Al salir de nuevo al bosque, notó como el sol se reflejaba en las pequeñas gotas de lluvia que vestía todas las ramas, las rocas, la hierba alta.
Ella sonrió y poco a poco se alejó para regresar a su casa, aunque hayan sido unas horas de refugio ella sintió que toda una vida ya la pasó con la brisa y el olor de la lluvia que calma toda agonía.
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