viernes, 26 de febrero de 2010

Casablanca

Los escenarios a los que hay que volver son la ruta.

En la piel, de adentro hacia afuera, tengo un mapa trazado con tinta indeleble, donde está marcado aquel lugar de asombro constante, de efusión, de paz, de brillo en los ojos, de felicidad, de confusión, de inseguridad, de conflicto, de develar, provocar y constantemente vivir en el exhausto ritmo de no saber, no entender, de descubrir las taras con las que mi propia cultura ha erguido mi rigidez, de descubrir los velos que tapan no los ojos ajenos sino los míos propios, entonces así ver, ver con el corazón que ese mundo extraño, ajeno, diverso, impredecible se vuelve el lugar de mi confusión, el lugar en el que no puedo permanecer, aunque sé a la vez, que no quiero dejarlo.

Casablanca, ¡qué bendición volver!

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