Señor cantor:
Usted en otra vida
ha de haber sido pajarito,
pero en esta encarnación
ha heredado de su cielo anterior
las plumas de la libertad,
la nobleza del canto
y el abrazo de las alas al viento.
Aunque usted y yo sabemos
que grandeza no es tamaño,
crezco un rato
para pedirle una pluma,
le escribo un verso,
dibujo una silla
y me siento en ella
para escucharle cantar.
Dulce melodía!
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