Performance. Vanessa Padilla. 2003
Lo que respiro
siempre está bastante sucio pero no puedo dejar de hacerlo aunque a veces
quisiera. El aire entra mucho, sale poco y me deja con la ansiedad y la
angustia de no poder ser libre ni siquiera al respirar.
Cuando inhalo
profundo me mareo, no sé si es demasiado oxígeno para mi cabeza o demasiada
ansiedad para mi cuerpo. Así, más o menos, se mantiene el ritmo en mi pecho:
aspiro mucho, exhalo a medias y esto está tan adherido que no dejo de procurar
huir de lo mío. Trato de respirar menos o de expeler más, pero como si se
taponaran mi nariz, mi boca y mi piel, el aire se queda dentro para que estas
sensaciones tampoco puedan salir.
Por ahora no
necesito cubrirme con nada pero lo hago, aún así mil metros no alcanzarían para
envolverme y lograr la asfixia que busco, para que mi cuerpo se ahogue con el
sudor que inunda el espacio entre el plástico y yo; los mil metros sólo podrían
evitar un poco que mi piel se fermente, aunque tal vez fuera bueno que cambie
un poco su color y sabor.
El plástico no
está logrando la humedad que esperaba, tal vez la temperatura baja me congeló
las ganas de sudar y besar, porque creo que ya no estoy sintiendo placer al
revolcarme en este charco y no sé por qué sigo intentando esconderme bajo
tierra para guardar secretos, si sé que ya no los tengo, sólo quería
arrastrarme un poco para jugar con el cansancio de quien no tiene otro juego
que el de encerrarse en una segunda piel. Creo saber cómo arrancármela, a la
segunda piel y también a la primera, pero tal vez es más fácil conservar un
estado en el que ocultarse resulta mejor para no ser tan vulnerable, de todas
formas no he logrado nada y esto no hace más que evidenciar las llagas con las
que mis dedos juegan y aunque me hieren sé que de eso se trata todo esto.
El plástico me
está ajustando cada vez más, me gusta ver como se adhiere a mi cuerpo, pero a
veces la sangre deja de circular, se detiene a observarme y a juzgar mi
metamorfosis, si es que existiera una, ahora veo que no, porque no logro dejar
de ser el mismo ser sin forma aunque me tome ochocientas mil tazas de café para
tratar de huir de mis pensamientos o para meterme más en ellos.
El plástico no
tiene nada que ver con este encierro, soy yo quien no logra ser libre, quien se
arrastra con inseguridad, quien no puede hablar, ni doblar los brazos o las
piernas, soy yo quien se envolvió y cavó un agujero para pasar la noche
abrazando el lodo y mi cuerpo cuando es otro el que me muero por abrazar.
La humedad de este
espacio frío intenta atravesar lo que me cubre, al principio no lo logra pero
más tarde parece que sí, no podría saberlo porque la temperatura me anuló los
sentidos y hasta ese momento no los he podido recuperar, tal vez el frío no es
lo que los anuló, pero ahora no logro que el roce de la tierra me seduzca para
que no me importe la presencia de los que habitan este lugar, ellos son seres
informes y repugnantes, aún más que yo, pero son los dueños de este sitio, a
veces tengo que esconderme para que ellos no crean que quiero robarles su
espacio, no tengo otro y por eso es que estoy aquí, si tuviera otro tampoco me
iría porque creo que lo que aquí siento hará que mis sentidos despierten otra
vez. Si salgo ¿a dónde podría ir?, seguramente a inventar historias que me
disfracen las ganas. Deseo tener respuestas no-tontas y ahí está la primera
carencia de un millón de deseos. ¿Qué tan seductora puede ser la estupidez?
–bueno, tal vez, si, no, a veces, ajá- (¡Qué tontas maneras de responder!). Tal
vez todo eso es apariencia o no pasa de ser un juego absurdo, tal vez es más
simple que eso: no hay nada que decir, no hay juego, no hay estrategia, no hay
nada de nada. Demasiada realidad como para encantar y demasiada estupidez como
para seducir.
Me gustaría lograr
que otros se consuman en la trampa en la que siempre he caído y en la que ahora
estoy, me gustaría inventar mentiras para que me las crean sin que puedan saber
que lo son. A veces sé lo que son e igual me las creo, pero ahora tendrá que
ser distinto para que nadie sepa lo que quiero, como si yo lo supiera, como si
yo supiera para qué estoy acá hablando de lo que a nadie le importa, como si
pudiera importarle a alguien lo que digo, como si pudiera importar lo que mi
voz dice, como si tuviera una voz que suene para que la escuchen. Y si alguien
la oyera ¿cuál sería la diferencia? si de cualquier manera saldrá de acá y lo
olvidará todo. Uno olvida lo que no importa, lo que se olvida ya no existe, lo
que no existe nunca fue. Soy yo quien no es, alguien seguramente será, pero
quien sea me olvida, yo no podría olvidarme a mí misma porque mi voz está
retumbando todo el tiempo en mi cabeza, eso no quiere decir que no haya algo
más ahí, pero no podría asegurar nada, no podría saberlo ¿qué más podría haber?
aparte de dudas, miedo, inseguridad, no creo que haya más, tal vez sí, pero es
más seguro que no, no importa, al fin y al cabo cuando salgan de aquí yo
seguiré con mi envoltura ahogándome la piel mientras siento que mi cuerpo
blando se expande y se contrae mientras lo arrastro alrededor de este círculo
humedecido que se desgasta cuando paso por el mismo punto una y otra vez. Mi
voz de gusano no alcanzará a sonar lo suficiente como para que la oigan fuera
de la envoltura, pero cuando la cápsula se inunde me tocará sacar la cabeza
para no ahogarme con el líquido pegajoso que voy dejando y correré el riesgo de
que alguien al pasar baje la mirada y me encuentre con las manos y el cerebro
vacíos, tratando de ocultar secretos que ya todos conocen. Pero los gusanos ni
siquiera tiene manos, entonces qué importa si las mías están vacías o no, es
sólo que tengo miedo a que no haya nada que encontrar en la voz de la
caricatura de un gusano. Ahora sé que de aquí parte todo esto, de mi miedo a
ser como esa gente a la que tanto odio. Odio la gente boba y aunque no quiero
ser así, a veces creo que lo soy y por eso me quedo callada, sin voz, sin
gestos, sin aire, intentando mantenerme despierta para que al moverme el
plástico se caiga de a poco, como si fuera eso todo lo que quisiera lograr.
Tal vez sea la
oscuridad lo que me tiene aquí atada, o algo inorgánico que sale de la tierra
para amarrar mis extremidades, para que sepa lo atrapado y perdido que está mi
cuerpo o para saber también lo difícil e inútil que será hallarlo. Es un metal
cortante pero no húmedo, se humedece un poco tarde con la sangre o el sudor, me
lastima cuando me aprieta las piernas, quién sabe de lo que estoy hablando, no
importa.
Pensé que era el
plástico lo que me impedía la circulación, pero era la oscuridad la que trataba
de hacer más evidente lo lejos que estoy
de donde quiero estar, no sé donde queda eso, no sé dónde estoy, ni siquiera
puedo ver, por eso giro en círculos que me llevan hacia nada y es ahí donde
estoy, ahora entiendo. Pero... ¿cómo salir de aquí? o ¿para qué hacerlo? ¿A
dónde ir?
Por favor no más
cuentos de los mismos para responderme las preguntas, ¿cuándo encontraré otra
manera de responder? ¿cuáles son las mentiras que podrían ayudar a que yo crea
que puedo abrazar a alguien más que a mí misma? ¿de dónde saco una mentira así?
la necesito para poder llenar mis espacios, por un momento pensé que podría
llenarlos con música pero ésta se esfumó en el primer momento, ahora esos
agujeros siguen vacíos para que yo juegue ahí con el eco de mi voz, esta voz que
solo dice lo que dice por esta maldita y redundante necesidad de hacerlo y nada
más.
Ojalá pudiera
redundar en algo distinto que en nada ¿cuándo digo nada estoy hablando de mi
lugar o de mi quehacer? ¿y es que acaso estoy hablando? no lo creo, tal vez estoy
gimiendo o solamente susurrando, porque para hablar sería necesario que el aire
llegue a mis pulmones pero se queda estancado en mi garganta, hay algo ahí que
obstaculiza mi respiración, seguro debe ser todo el lodo que he tragado, o el
deseo de llorar que hace rato tengo atravesado en el pecho. Ese deseo igual que
otros se ha quedado sólo en las ganas y no ha llegado a más, me estoy
acostumbrando a esto, cualquier intento de cambiar la situación se ahogaría con
toda esta humedad, así que ni el intento, ni el frío, ni la asfixia, ni el
miedo, ni nada logrará despejar mi garganta para poder hablar en vez de gemir.
Voy a sintetizar
las cosas, en este intento ya he fallado antes, sintetizarlas para entenderlas,
debe existir un don especial que haga inteligible lo que tengo en mi cabeza
¿cuál cabeza?, aquella donde guardaba mis pensamientos ¿dónde la habré dejado?
Debe estar por ahí dando botes sobre alguna superficie menos blanda que esta, o
tal vez se me hundió con todo y nariz, con todo y boca, los ojos no importa si
se hundieron porque de todas formas nunca los pude abrir, ni para ver lo que
era tan obvio, aunque eso pudo ser a propósito, siempre los cerré cuando no
quise ver algo que confirme la única certeza que tengo: no hay nadie más aquí.
Voy a esperar dos
años más, ni un segundo más para recuperar algo que nunca tuve, entonces
volverá a mi lo que jamás logré que fuera mío, mientras tanto contaré los
segundos. Ojalá pudiera doblar un poco mi brazo para anotar la hora y el día,
para saber cuánto tiempo falta por esperar, pero ni siquiera hay una noche que
me dé una señal, tal vez ya hayan pasado los años y no lo llegué a saber, no sé
cómo voy a saberlo si ya no puedo sentir el frío, mucho menos el tiempo. Nunca
voy a saber cuándo será la hora de recuperar lo único que me importa y seguirán
girando y girando igual que yo las ansias de tener lo que quiero y no puedo
obtener.