sábado, 16 de septiembre de 2017

Miedo al gato


Yo ya era grande,  tenía 6 años de edad. 

Sabemos que somos grandes, que sabemos mucho, porque ya vamos a la escuela, sabemos leer y escribir. Yo aprendí a leer un poco antes, porque leer era una herencia de mi mami que heredó de su papi. Jugaba con otros niños que eran más grandes y fuertes que yo, ellos siempre dirigían los juegos porque ellos sabían más, al menos eso parecía.

La gata de mi abuelita había tenido gatitos, unos muy pequeños, pero uno de ellos había muerto, los otros niños decían que ahora debíamos enterrarlo, en el terreno junto a los árboles de limón: adiós gatito. Unas semanas más tarde uno de los niños, de aquellos que saben más, me dijo:

-Vane, ¿por qué no sacas el gatito? tal vez ya despertó.

Claro, pensé: ¿cuánto tiempo puede durar la muerte? A mis 6 años no había leído al respecto, mi biblioteca era aún de pocos libros, y pensé que efectivamente ya era tiempo de que el gatito saliera de la tierra.

Con mi propias manos abrí el hueco que yo misma había cerrado, con emoción de reencontrar la vida, con la inquietud de descubrir al gatito jugando o contoneándose, pero mis dedos rasgaron, ya no la tierra, sino lo que verdaderamente estaba ahí, mis manos estaban embadurnadas ahora, y yo lloraba, tenía miedo al descubrir un estado de la materia cambiante rodeada de las risas y burlas de los que saben más.

6 años parece no ser mucho cuando crees en todo lo que te dicen, sin distinguir que eres el cuy de experimentar de los que no tienen una biblioteca ni grande ni chiquita y se entretienen con la ingenuidad de los otros.

Ahí descubrí que la muerte incluye un cambio en el cuerpo, yo lo palpé, y me preguntaba si el corazón también cambia, si también se descompone.

De ahí hasta 29 años más tarde los gatos aún me dan asco, miedo, terror, repugnancia, parálisis, no puedo continuar el camino cuando un gato está en la misma ruta, y ahora pienso, con la misma ingenuidad que a los 6 años, que mi miedo a la muerte es tal vez es la parte de mi ignorancia que no se quita leyendo libros.

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