Mil siento
Por Santiago de la Torre
Tanto la sensación de estar atrapado como la precisión
de las instrucciones trajeron en un eco la voz de ese niño en el patio
de la escuela décadas atrás.
Todos estaban ya sentados en el interior del bus pero nosotros aguardábamos afuera sentados en el bordillo.
Él me retó y yo lo acepté.
Puso sus brazos en forma de llave de lucha libre rodeando mi cuello y me dijo:
- cuenta diez segundos - mientras apretaba sus brazos impidiéndome respirar.
Justo
el sábado anterior mi tío me había enseñado que para contar segundos
era indispensable contarlos con ritmo de reloj, no valía contar: uno,
dos, tres, etc. Había que contar así:
Mil ciento uno, mil ciento dos, mil ciento tres, mil ciento cuatro, mil siento sinco, mill ciento zeizzz, millllllll ciennnnnnt…
¡Mil
quinientas piezas tiene este rompecabezas! - es imposible no tengo ni
la capacidad ni la paciencia - pienso y me desespero. Mil cuatrocientas
noventa y nueve.
Además ¡Cómo se me ocurre traer como proyecto de
ciencias un rompecabezas para armarlo mientras expongo! Mil
cuatrocientas noventa y ocho.
Soy un estúpido pienso mientras continúo. Novecientas diez y ocho.
Y por supuesto, solo a mí se me podría ocurrir subirle la complejidad. Seiscientas veinte y cinco.
¿Cómo voy a hacerlo colgado de mis pies desde el techo? Ochenta y ocho.
¡Manteniendo la respiración además!. Veintisiete.
Y, ¡con los ojos vendados! Dos.
Una?… ¿Dónde está la última pieza?
Estiro mis brazos y siento que ya no estoy en el aula.
Me saco la venda de los ojos y estoy colgando de la ventana tres pisos más abajo.
Me libero y empiezo a escalar hacia la ventana de mi clase, no entiendo porque estoy escalando sumergido en agua helada.
Estoy
a punto de golpear el vidrio de la ventana para que me dejen entrar
cuando de pronto siento que toda el agua entra por mi boca y sale por
todos los orificios de mi cuerpo.
Despierto sobre una camilla,
siento todo mi cuerpo húmedo, pero es el frío de la piel desnuda
cubierta sólo por una prenda de hospital.
No quiero quedarme otra vez
con esa frustración, sé que puedo terminar esa exposición y escuchar
los aplausos otra vez. ¿Cuántas piezas me faltaban?
Me parece que alguna vez si llegué al final… ¿fue en el accidente?, ¿fue en mi anterior operación?
¿O fue esa vez en el patio de la escuela?
Mis manos se sienten gigantes, mis dedos gordos y duros como chorizo de payaso.
Ese es el problema, no puedo alcanzar la última pieza en el fondo de la bolsa porque mis dedos no se mueven como quiero.
Trato de explicarlo y siento que tengo la boca llena de algodón, no sale ni un hilo de voz.
Miro el reloj del abuelo de mi abuelo… mil siento siete …mmm …mil ciento tres… mil siento…
- Cusni -
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