sábado, 11 de abril de 2020

Vigésimo sexto día

Hoy me preguntaba cuántas veces me he puesto a llorar durante este confinamiento, quien me conoce sabrá que soy bien llorona, de alegría o de tristeza, en este tiempo ha sido más de tristeza, la primera vez hace unas semanas fue cuando supimos que había un caso del virus en la clínica en la que nuestra querida amiga H. está hospitalizada desde hace algunos años, el sólo pensar en la posibilidad de que algo pudiera pasarle nos puso tan tristes que lloré la noche entera, sólo al día siguiente pude calmarme para mandarle buena energía de protección y amor, luego le escribí a mi querido amigo M. para contarle que había bordado su nombre y el de su esposa e hijitos en mi mandala, él estaba agradecido pero triste porque le tocó vivir la experiencia horrible de perder a una persona muy querida por esta pandemia puerca, su tristeza me hizo pedazos, lloré mucho, mucho, sólo de pensar que personas tan hermosas tengan que pasar por tanto dolor, después una que otra lágrima de rabia, de frustración, de pena, de miedo. Y así me ha pasado en este tiempo, no es que me concentre en estas emociones, pero no las reprimo tampoco, llorona como soy, después de llorar me siento aliviada. Además sigo los consejos de Xocé para fortalecernos y ahí las tristezas por supuesto no ayudan. Hoy hicimos con la Sofía un baño de espuma, no le gustó tanto y luego no sabía cómo quitarle tanto jabón, luego la vestí con su vestido de fiesta para la sesión de fotos de la mañana, para celebrar el cumpleaños de mi ñaña, la Carla, la Sofía sí cacha cuando lloro de tristeza o de ira, aunque intento controlarme para que no le afecte, pero es obvio que sabe cuándo es el momento preciso para enviarme una mirada como sol. Vimos desde el jardín a Denis y Briac y desde la distancia celebramos a la muy consentida tía Carlita.

Feliz cumpleaños tía Carlita

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