Por Vanessa Padilla
En el altillo hay un rincón lleno de polvo, cuando cae la noche, lo gélido se apodera del lugar, pero la calma arriba con el amanecer, hay cajas repletas de lo inservible y armarios que acogen lo que el olvido depositó ahí. Entre el frío y la tranquilidad sólo queda el silencio del abandono, una que otra telaraña en los rincones, y manchas de humedad en los muros. Subiendo las escaleras cautelosamente llegó ella, con sus manos y el corazón vacíos.
En el sótano hay un pasillo sumamente pulcro, cuando amanece el calor consume el lugar, pero la inquietud se va con el anochecer. Hay cajas vacías dispuestas a acoger los recuerdos. Entre el calor y el desasosiego queda el ruido de los apegos, uno que otro brillo en el camino y huellas de luz en el suelo. Bajando las escaleras eufóricamente llegó él con las manos y el corazón repletos.
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