El viaje
Por Amparo Chiriboga
Por Amparo Chiriboga
No hubo tiempo para despedirse, aquella mañana se quedó en la retina de quién sabía qué era lo que había esperado por mucho tiempo, y sin embargo, no estaba listo para ese momento.
La noche anterior, entre tantos recuerdos y sueños por realizar, no supo qué meter en su maleta, la que lo acompañaría a recorrer nuevos caminos, la que posiblemente tendría que abrir y cerrar por innumerables veces, para guardar o sacar algo, o quizás sólo para ser contemplada, para ser vista con ojos de quién añora lo vivido.
Finalmente amaneció, entre prisas, lágrimas y una montaña de recuerdos, tomó su maleta y emprendieron el viaje, atrás quedaron los amigos, la familia, la casa, el perro. Su maleta llevaba más de lo necesario, pero era lo imprescindible para emprender el viaje. No podía creer que en una maleta tan pequeña hayan cabido tantos años, pesaba lo que pesa el mirar atrás, lo que pesa decir adiós. Entre el ruido, las personas, los lugares, papeles, despedidas, encuentros y desencuentros, comprendió que no podía seguir con tanto peso, abrió una vez la maleta y decidió que continuaría el viaje mirando todo, como lo hacen los niños, que se asombran por todo lo que ven, viviendo el momento sin pensar en el mañana, tomando la vida como ellos toman el juego, como lo más serio que existe para ellos. Se colgó el collar, elaborado con sorbetes de colores, pasado en una lana que jugueteaba con el vaivén de las manitos que tejía con su canto.
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