jueves, 11 de marzo de 2021

Escritura creativa

Ciclos

Por Viviana Buitrón

Desde las ciencias de la Tierra me explican como parte del ciclo del agua. Y pues, como ciclo, no se sabe si soy inicio o soy fin. En este punto, esto no es tan importante como sentirme un esencial eslabón de la vida de aquellas criaturitas que desde acá ahorita observo.

Ya desde hace milenios, muchos se asustan de mí cuando me pongo color gris enojo. A la luz y ruido que libero le han puesto muchos nombres mitológicos. A veces me da risa cuando se van corriendo a refugiarse en sus moradas, queriendo no empaparse. Lo que no saben es que, como ellos, en las tormentas también lloro. Me ponen triste.

Pero desde siempre generaciones también me han admirado porque al medio día soy blanquita y parezco un algodón. Pero más me gusta cuando me visto de atardeceres. Me pongo linda, de violetas y rosas naranjas, como lista para la cita no planificada con los transeúntes que se detienen a ratos a mirar el horizonte. Hoy me dejo llevar por el barlovento, pero sólo de ese que te sopla suavecito porque de a poco me transforma. 

¡Hey! Acabo de ver que alguien me observa. Es un hombre, lleva un libro y parece gentil. Su rostro está triste y parece necesitar un recuerdo. El viento del Este que me sopla me ayuda a parecer un conejo a sus ojos. ¿Quién no ha tenido alguna vez un conejito?, me pregunto. Parece que él en su infancia sí cuidó también a uno porque sonrió como cuando la gente se emociona con tiempos pasados.

Esta forma de conejo me enternece, pero me da frío las orejas por las temperaturas que se acercan con la noche. Así que las achico. Y mientras voy en el proceso, noto que sus ojos dibujan una leve expresión de sorpresa. Creo que ahora le parezco un gato.

Por un momento se me pierde de vista. Parece que entró a una tienda. Ahora sale. ¡Qué bueno que no se demoró mucho! Algo lleva ahora, además de su libro. ¡Vaya! Sí. Sí, soy un gato, pues ha comprado algo de gato. Quizás tiene un gato.

Me animo a acompañarle hasta su casa. Ya casi anochece y será la despedida. Me desperezo un poco porque los últimos rayos de sol me acaban de tocar calientito. Me quedo suspendida en la forma cuando lo veo recoger una hoja amarilla, de esas que combinan perfecto con los atardeceres de otoño. Me vuelve a mirar y me sonrojo. Esta vez no es por el sol, sino por sus palabras. Me dice: “te ves linda como esta hoja”. Enseguida guarda la hoja en algún espacio del libro que al azar abrió.

Al doblar la esquina, el hombre se me pierde. No lo puedo buscar más porque la noche nos cae ya. Yo me tengo que ir con este día que termina, pero la verdad es que estoy feliz porque me ha guardado, a través de la hoja, como una fotografía que le recordará a este día de conejos y gatos.

¡Qué bonito es sentir que una llega en momentos adecuados para alguien! Y aunque no me pueda quedar para siempre, volveré transformada en otra cosa. A veces en lluvia leve llegaré; otras, en truenos y tormentas. Pero será siempre cumpliendo un ciclo. Unos momentos seré parte del ciclo del agua que lo explican las ciencias de la Tierra; otras varias seré en el ciclo de la vida… en ese fascinante continuum de experiencias y recuerdos.

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