Por Vanessa Padilla
Aquel espacio sombrío tiene como única fuente de luz una pequeña ventana circular cuyo vidrio se opaca con la veladura del tiempo, mesas llenas de manchas de tinta, agujeros que se han clavado por descuido, y retazos de materiales diversos esparcidos por el suelo de tierra y concreto, manos en movimiento, enlazando hilos, cortando cuero, puliendo piedras, cada quien en su rinconcito, aislado y concentrado en su quehacer, con poca luz pero con mucha magia, saben que el taller es una cuna de sortilegios, un nido de supersticiones, pero también el artilugio de la esperanza, lo que parece ser construido con las habilidad de las manos, requiere ante todo un corazón de sabio que guíe paso a paso la manufactura de cada pieza, y cuando todos los hacedores partían luego de cumplir su jornada, el de los cabellos rojos se quedaba buscando perfeccionar su obra maestra de noches estrelladas, desde su espacio sencillo y taciturno se mantenía sin pausa hasta lograr ondular las nubes con tal musicalidad que pueda conmover al corazón más frío, en el anochecer encendía las velas que con su vaivén añadían ritmo a su fabricación, él se decía a sí mismo que mientras más serpentinas fueran las nubes que las estrellas iluminan, más ternura bañaría el alma de quien las mire, y así, sin que falten azules ni amarillos salía de su rincón y se aproximaba al lago donde no sólo las estrellas brillaban-bailaban, sino que su reflejo en el agua duplicaba su fuerza y su poder, aquí el maestro se recargaba de emoción y con pinceles en mano y pigmentos azules y amarillos construía su amuleto sabiendo que aquel que lo reciba podrá deslizar en estas ondas todo sufrimiento, y fue así que por algunas noches deambulaba chiquita con su honda pena, con rumbo de extravío y lagrimales de terciopelo y al mirar es resplandor que aquel de los cabellos rojos había plasmado en el cielo, su corazón se despertó de su taciturna melancolía y se le iluminaron los ojos y el alma se le pintó de azules ni amarillos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias