miércoles, 17 de julio de 2013

El cuerpo




“Cuando acabo de cortarme las uñas o lavarme la cabeza, o simplemente ahora que, mientras escribo, oigo un gorgoteo en mi estómago,
me vuelve la sensación de que mi cuerpo se ha quedado atrás de mí
(no reincido en dualismos pero distingo entre yo y mis uñas)
y que el cuerpo empieza a andarnos mal, que nos falta o nos sobra…”
Julio Cortázar

Un organismo cuyo espesor puede ser mucho más sutil que un garabato; una figura de consistencia suave que rechaza el manoseo infractor de cualquier extraño, sea éste taxista, busero, transeúnte o familiar; una configuración de volumen y espesor que acusa de una niñez excedida sin posibilidad de defensa y aunque el desapego a la apariencia tenga una expresión impávida e imperativa, el rostro tiene un semblante de quietud.

El dolor de cabeza gimotea por la ineficacia y falta de astucia para tomar una decisión o resolver un conflicto, la envoltura expide en sus poros un sudor que lava las letras delatoras de las caricias cuando chocan con el límite que separa al yo del otro, estas emotivas delicias no se multiplican a menos que los miedos cobren flexibilidad y permitan el roce antes de que el tiempo o el espacio se achiquen e intimiden el despliegue de afectos desenfrenados.

Con la misma densidad de una figura sumisa, la membrana tiene en su recuerdo la pasividad del momento y la extrañeza arrinconada de lo que envuelve pero no logra contener.

El yo trae consigo una tez que limita lo intrínseco con lo que está fuera; el forro que posibilita el contacto con el otro constituye a la vez la frontera precisa que los separa; la piel es un lienzo en el que cada pelo del pincel puede enajenarse y competir disipadamente con los matices de aquella que aún pálida y monótona es tan cambiante que su gradación no tiene límites.

La piel, los poros, el sudor, la forma, la fragilidad, lo vulnerable, lo sensible y lo insensible, el olor, la textura, el contacto con otros seres u objetos, lo sensorial, el frío, el recorrido del agua, los sonidos del cuerpo, sus fragmentos, el cuidado, la caricia, el color, la sangre, los procesos, la construcción del cuerpo, todos estos elementos son el soporte ideal para la producción artística y podrían volverse tema y obsesión.

Habría que prescindir del cuerpo para negar que produce persistentemente deseos, que es el medio por el cual se consuma la voluntad, el instrumento, el obstáculo, el contenedor de lo subjetivo, la sensualidad, lo efímero, lo etéreo, lo frágil, lo dotado de ánima o lo desanimado, lo que puede o no tener vida, lo dominante, lo propenso a la seducción, la envoltura del yo, el yo mismo.

La pertenencia del propio cuerpo es algo de difícil certeza, los tabúes que enajenan mediante las vetas de la cultura no permiten saber si esta mano es mía o de alguien más, teniendo que usar la otra para topar a la anterior y así confirmar que se sujeta al antebrazo, por lo tanto deliberadamente es parte del yo (fragmentable sin medida).

Cuando no se logra sentir cada parte del cuerpo, el otro interviene en la percepción corporal, ¿Pero quién es dueño del maquillaje que pretende disfrazar los defectos del semblante? la postura aparece oculta y evidente a la vez, es el cuerpo con el otro cuerpo, es el cuerpo que con el tiempo no es el que fue, es el cuerpo por el cual recorren los minutos, es el cuerpo dispuesto a regalarse, complacerse, extasiarse.




viernes, 12 de julio de 2013

La imagen


 
No es sencillo que la caligrafía pierda su rigor y su ritmo, aquella escritura que va trazando manuscritos grabados sobre el ritmo simultáneo y a veces intermitente del soporte en que la imagen-palabra se dibuja, es la que trasciende hasta la mirada con sus formas y movimientos.

Muchas veces las palabras no lograrán describir una imagen y viceversa, pues los lenguajes son distintos y pueden llegar a ser intraducibles entre sí; imágenes y palabras podrán no alcanzar a definir los perfiles de la subjetividad, pero pueden afiliarse y lograr una interpretación acertada de lo real (que no necesariamente deja de ser subjetiva). La imagen no siempre ilustra palabras, pero las palabras no dejan de ser imágenes.

La retórica de la imagen es una fiesta sensible donde las dobles exposiciones y transparentes capas bailan con el desnudo sin pudor, donde la piel es escenario, personaje y causante de situaciones a la vez, donde la rotura de lo íntegro puede ser vista cuadro a cuadro.

¿Cómo entender la imagen de lo sin forma? El ser humano es alegórico esencialmente y reconoce en el símbolo una unidad de mensaje de contenido global, con una relación entre la forma del significante y su contenido.








jueves, 11 de julio de 2013

El frío me entra por los pies



Visto del color que tengo el alma y mi sombrero tiene la forma de mi sentir.

Voy descalza para necesitar abrigo, porque necesitar abrigo es mi actitud errada.

El frío entra.

Y cuando hay lluvia sostengo el aire y lo suelto a destiempo y desentono, pero mi tiempo y mi tono visten también del color que tengo el alma.

A mi alma la suelto a desmomento, a desnudo, a decoro, a descontento, porque ella tiene su propio minutero, su zafanudos, su do menor, su miel para el invierno, su son y su pudor.

miércoles, 10 de julio de 2013

Menguante sol



El sol aprendió de la luna a menguar, lo hizo en un momento de confusión y luego no pudo deshacerlo. Sin embargo, su brillo aunque no fuera resplandeciente... era su brillo. Es decir, eso no lo aprendió de nadie, porque la esencia del sol es precisamente ese fuego interior, inexplicable, ininteligible, inajenable, fuego y nada más, la esencia de su luz, tan simple que se resume en un simple rayo, de ahí el arco iris que sólo puede ser presagio de maravillas, de ahí la vida entera.

lunes, 8 de julio de 2013

Pacífico


 
Si existe algo capaz de atravesar las frecuencias desarmonizadas para darles el equilibrio ausente, ese eres tú mar, que tienes en el vaivén de tus olas el encanto embrujado de las sirenas. Así me llevas al vuelo de ojos cerrados, sin cuerpo, sin piel, flotando... tengo palabras para ti que no pertenecen a ningún idioma, entonces en silencio te lo digo todo, y tú lo sientes, mientras Alfonsina juega en ti.

Como si fueras la estrella fugaz a la que le confío mis deseos, ya todos ellos están sumergidos en tu profundidad, cada uno de los sueños que llegarán a tiempo a su lugar. Acompañados del sol volverán a surgir y mecerse en tu marea, y vos, azul, infinito... como la música, te adentras y permaneces.

sábado, 6 de julio de 2013

El mar en mí… azul y púrpura



Amanece el cielo, hoy, más azul que púrpura, matizado con un insomnio intermitente, lascivo, venido por la nostalgia de esa compañía distante que varios años me hizo noctámbula para acompañar desde mi cuarto, de niña que bebe café, tu trabajo, tu bajo y tu son de madrugada.

Sin embargo, esa compañía insistente, añeja y por siempre sin sentido, amanece conmigo hoy más púrpura que azul. Con los dedos del reloj apuntando el cuatro, prefiero creer que así el día durará un poco más. A más tiempos, más matices, más repeticiones, más nostalgias. Un loop más abrigador que las cobijas.

3 horas más tarde sé que ella tiene su suerte en el pincel. (Un lujo que no puedo imaginar para mí ni mis letras: palabras de vos, cantadas con tu voz). Mi envidia es ahora más azul, más púrpura.

El cuarto no es el mismo ahora, ni es tampoco es el mismo son, y aunque puedas esquivarlo todo, es hermoso (como el cielo amanecido redundantemente púrpura y redundantemente azul) sentir algunos versos tan casi míos.

Con o sin pincel, con o sin color, con o sin presencia, es linda la suerte de quien te escucha ser tan azul, tan púrpura.

Bendita siempre tu voz, tu letra "e", tu inspiración... tu arquitectura.

viernes, 5 de julio de 2013

Misma tinta punta fina


No sé bien si es una manía sólo perteneciente a mí, pero luego de leer de Gabo las memorias de sus infelices putas, tengo una tendencia violenta a enumerar uno por uno a todos mis amantes. En ese repertorio perdurable mi caligrafía me susurra desde el papel:
-¡No todos son imaginarios!
Es entonces que cada mañana a las 6 am mientras tomo café, dudo de mi cordura y lo hago también el resto del día (tomo café y dudo de mi cordura).
NOTA: los escritos constan en tinta azul punta fina.
-¡Loca!- Mi caligrafía insiste, insiste también el papel, pero en voz alta…
-¿No ves cómo las letras vanas se borran?
-Bueno, bueno...- Digo yo aturdida, mientras reescribo con la misma tinta punta fina, los nombres que mi memoria construye inspirada en azul.

Misma tinta punta fina


No sé bien si es una manía sólo perteneciente a mí, pero luego de leer de Gabo las memorias de sus infelices putas, tengo una tendencia violenta a enumerar uno por uno a todos mis amantes. En ese repertorio perdurable mi caligrafía me susurra desde el papel:
-¡No todos son imaginarios!
Es entonces que cada mañana a las 6 am mientras tomo café, dudo de mi cordura y lo hago también el resto del día (tomo café y dudo de mi cordura).
NOTA: los escritos constan en tinta azul punta fina.
-¡Loca!- Mi caligrafía insiste, insiste también el papel, pero en voz alta…
-¿No ves cómo las letras vanas se borran?
-Bueno, bueno...- Digo yo aturdida, mientras reescribo con la misma tinta punta fina, los nombres que mi memoria construye inspirada en azul.

jueves, 4 de julio de 2013

Cuerpo intangible


 
El cuerpo intangible, este que acaricio con susurros escritos, con palabras sin voz, con besos suaves construidos mediante letras.

Cuerpo impalpable bordeado de piel única.
Ojos de mirada imperceptible, boca imaginaria, voces silentes y etéreas, corazón inasible.

No existen manos suficientes para acariciar tanta distancia, para rozar esta separación mística, religiosa, contextual, invisible, este alejamiento de frontera que paulatinamente se desvanece en una sensación de línea rota, que se fragmenta más a cada instante para permitir con 5 horas de diferencia el acceso a lo que muchas veces ya no parece intocable.

Cuerpo inmaterial, sutil, subjetivo, íntimo, entrañable, vaporoso, ligero, delicado, impalpable, recóndito y profundo, cuerpo irreal y furtivo, cuerpo de palabras”.


miércoles, 3 de julio de 2013

Corazón


Corazón:

Usted inhala viento y exhala poesía.

Déjeme que le cuente... había una vez alguien que me tenía harta, lloraba dormida y despierta hasta que de tan seca se convirtió en sombra, deshidrató su brillo, su piel, sus labios y lloró tan cerca de mí que su llanto, salado y también seco, me hizo olvidar lo que usted, Corazón, me recordó esta noche: que también de alegría se llora.

Usted, Corazón, me abre la llave de los sentidos y siento la dulce panela en la boca, la envoltura de la caña en toditita la piel, una vertiente que no quiero secar porque sabe a la sal de la alegría. Son lágrimas vivas, para que me abrace y porque me abraza.

Corazón ¡qué hermoso que en una vida haya tanta vida!

...y si me seco llorando
como en molino de caña
que se apague el brillo
con lágrimas del corazón...










martes, 2 de julio de 2013

El soporte poético del cuerpo II


II

El retorno tiene ritmo de correr a toda prisa…

Como con una figura corchea van oscilando los tacos mientras el tiempo es su antagonista; a veces siento en el segundero las señas que corroboran la hipótesis de su existencia (y de la mía); un argumento situacionista de ello es que tampoco en esto hay marcha atrás, como al caer de un puente, como al besar una boca.

No importa si es lineal o espiral, pero girando en ciclos o disparado hacia el futuro, late el tiempo siempre con distinta cadencia, tanto así que ahora mismo retumba y más tarde sincopado rehará la estructura inaudita del vaivén diario, palpable en insistencias cotidianas que formulan la rutina del vivir, cómo si una canción fuera igual a otra, o peor aún, como si una canción fuera igual a sí misma.

Toda esta discrepancia me ubica en el acontecimiento penetrante de descubrirme con los labios atados, pero poco a poco deberán desenlazarse para dar cuenta de tantas dudas que estremecen mi cuerpo, pues mientras lo transitan y recorren, hurgan en la sensibilidad de la piel el mismo desapego de las melodías inciertas que al no saber improvisar, a veces suenan y otras callan, sin dejar ni por un momento de incidir.

Perturbada tomo el micrófono entre las manos y éstas lo dejan caer, me enredo en el cable pero con esfuerzo logro recuperar el equilibrio, la lengua baila dentro de la boca saboreando los rasgos de herida, mientras dispone concentración al atrapar el cuerpo caído aunque ahora tampoco el cable tiene enlace, ni tampoco el escenario es el mismo.

El aire no vibra de energía, hoy el suceso es en la faz del espejo y frente a él hago gestos con el rostro y todo el cuerpo, como entonando mis mejores melodías, pero sin siquiera sonar.

Y con el recuerdo de la lágrima viva que bordeaba cuesta abajo el rostro de Girondo, hasta hundirse y morir en su boca no cosida, formula mi voz con la mirada fija en mis propios ojos:

-Cantar frente al espejo,
cantar sin tener voz,
cantar para nadie…

y seguir probando…
… probando-


Después de la crudeza viene un sonoro letargo.

El andar estridente del reloj perturba tanto o más que el goteo de una llave mal cerrada: un ritmo lento, desesperante, ostentoso que se amplifica cuando el silencio es más penetrante aún que el desaliento.

No hay atmósfera alguna que se libre del tono oscuro y melódico de una boca que no sabe cuándo callar, en esa imprudencia hay entonaciones lentas, dominadas por el sonido de una voz hueca que explora en las letras y la música, la soledad, el extravío, la carencia y el deseo.

En un cerrar duradero de ojos empieza a sonar hasta la sangre que corre por las venas y es posible sentir su ritmo acompasado con la respiración que modula su paso según la agitación que el aire provoque en el deleite de un recorrido.

Es aquí donde empieza un baile, con ritmos internos, uno que marca el compás sin batuta y gobierna en adelante el paso básico para bullir danzando con alguien o sola.

“…se baila mejor sin un piso fijo.”
(Incertidumbres a cuatro tiempos)
                      
Concluido el proceso no hay señal de presencias que legitimen nada, no las hay, sólo el eco de la canción y el terciopelo azul que ya no cubre ningún cuerpo.

Aunque el escenario fuera en adelante aquel minúsculo espejo… hay que sonar, sonar fuerte, con una voz delirante y bailar con exaltación porque el cuerpo marca el ritmo de su propia musicalidad, es el cuerpo el que en una especie de trastorno se rebasa, se extravía… arde.

Conlleva enigmas el nuevo paso y va creando la certidumbre eventual, de que este insignificante escenario para cantar, rebasa las dimensiones del espejo o del collage de madera incierta poblada de astillas.

Ahora la humedad es mía.

Cantar es poseer la aguja caliente para penetrar otras membranas, los labios se estremecen vociferando tonos, las lágrimas arden nuevamente con suma mordacidad y la mano diestra forma movimientos acordes al sonido, pues no se canta sólo con la boca.

Ya no es preciso huir, pues no debe zafarse la atadura que amarra la voz al cuerpo para decir con palabras, porque ahora debe procurar modulaciones precisas que transgredan el silencio, lo opaquen y lo absorban.

lunes, 1 de julio de 2013

El soporte poético del cuerpo

 
I

Me desbaratan aprobaciones abreviadas hechas por manos que chocan unas con otras para causar un ¡bravo! continuo y efímero a la vez.

Los elogios, hechos con percusión de cuero táctil y colores mestizos, quizá desean con urgente ansiedad sumergirse en la caricia de pieles igual de heterogéneas, o en una de aquellas lejanas, menos híbridas, muchas veces pálidas de gracia y calidez.

Y es que no todo aplauso busca enaltecer, muchas veces es la inercia la que conduce los actos.

La piel es indiscutiblemente la parte sensible del desapego y la cercanía, pero cuando hay un compás marcando ritmos y no importa qué tanta armonía haya en las escalas, lo que incumbe es que suene, que cada frecuencia se desprenda y se divulgue en los rincones fatuos de fuego, de viento… que se irradie y estremezcle como el feed-back que agita el sentimiento y lo vulnera.

Concierne que se esparza en el lugar, la posibilidad de habitar la música, como si fuera ella el escenario, el rincón poético para vivir la pauta de una melodía, para que sea ella quien admita un desprendimiento de la ruta y escribir en el diario que hoy un gemido se hizo canción.

Por minutos interminables asiento unos tacos que me hacen tambalear sobre aquel collage de madera incierta poblada de astillas, seguro dentro de muy poco colapsarán por la humedad, (no la mía, sino la de su propia ciencia infusa), llevando abajo lo que sustentan, sin sentir la menor inquietud.

Estas piezas siguen obstinadas en armar un escenario donde se recibe sobre el rostro, además de aplausos o abucheos, los colores básicos en los que se desfigura la luz relumbrando la mirada durante los cuatro minutos y veinte segundos de cada canción, entre los treinta poemas consonantes que la noche tal vez permita, mientras acarrea cerca de siete mil seiscientos segundos y nosécuántos destellos de esas luces sobre la retina.

Esta preponderancia es el velo que cubre la simpleza de haber saltado procesos para estar en las tablas sin que éstas se hayan erigido aún.

“Break a leg” es conjetura, percepción, una frase oportuna.

Resuena luego un eco que es casi una construcción imaginaria, tal como el resto del universo que me circunda, asumiendo por mi parte el centro y el límite de ineludible forma egotista, y desde acá no logro escucharme, incluso diciendo al micrófono:

-2, 3… 2, 3- Con intensidades difusas que ya son parte del conteo.

Irrebatible trepo sobre el parlante aún apagado, a ver si llega el sonidista para socorrerme en el proyecto de desistir a ser imperceptible y es entonces cuando repite mi voz, casi mirándome a los ojos, que aún no sabe si es mía, si me corresponde; si son, en definitiva, cuerdas de dicción las que sosiegan mi garganta y que vibrarán como el insecto que trasnocha en el costado de una habitación de negada reserva.

Entonces repite así, la misma voz, al micrófono, sobre la madera:

-Probando, probando…-

Al escuchar esto me asusta el saber que sí, aún tanteo, sin saber cómo, cuándo ni dónde, lo cual no cambiaría incluso si el parlante estuviera encendido.

Fluctuando con los tacos tomo un taxi lo más pronto posible para indagar una manera cuidadosa de cubrir este espacio.

Busco a Luis precipitadamente, pues siempre lo busqué con urgencia, pero hay que reconocer que al mismo tiempo él siempre acelerado huyó con la bufanda en el cuello, la que le tejí en palabras para que el frío que me dedica no le congele la voz.

 “…neciamente queriendo rozar de la lengua esa voz que ondulante hace temblar en la mano aquella ansiedad destemplada de caricias acomodadas que no saldrán de los dedos ni para rasgar la volátil, húmeda y cerrada letra que mejor le suena…”
(Bufanda para abrigar su cuello mientras canta)

Esa voz: aún hace eco.

Vuelvo a mi escenario con más dudas que antes de partir. No es sencillo, cada quien resuelve sus condiciones de manera distinta; quiero decir, en definitiva, las letras cerradas de Luis no se abren en mi boca.

El contexto que le envuelve no me cobija, sin embargo ¿qué melodías hay en su vida que yo no alcanzo a cantar?

Aprenderé un nuevo solfeo para tararear susurros desde adentro y con ellos evocaré cuantos sondeos sean posibles para hurgar dentro y fuera de mí las cobardías que me cosen la boca.

La aguja caliente penetra, los labios se estremecen, las lágrimas arden sobre la herida y el hilo quirúrgico aprieta; con precisa motricidad la mano diestra forma un nudo para evitar la huida, no debe zafarse la atadura que cierra la boca para que aprenda el cuerpo a decir sin palabras; el algodón se embriaga con un líquido antiséptico para evitar infecciones promiscuas porque la boca debe evitar, diente por diente, cualquier putrefacción gratuita.

Con los labios censurados ya no importa ningún quejido, pues serán los ojos quienes  marquen el nuevo ritmo de abrir y cerrar, de brillar y ensombrecerse con un parpadeo, de ver sin mirar y de permitir con bocca chiusa que la vibración del aire se propague por la nariz, para así cantar sin palabras, simplemente cantar, en infinitivo, infinitamente…

Y con delirio.

Despedida

El cielo de la añoranza me cubre, una dicotomía entre calidez en la piel y un frío que penetra hasta los huesos, se va pintando un lila suav...