La realización de la utopía
Por Viviana Buitrón C.
Donde estaba no era precisamente una isla, sin embargo, se le parecía. Paisajes de frías sensaciones, magníficas montañas, la soledad de las alturas. El pajonal, el agua helada, el sol canicular del mediodía, la soledad. Sí, era una isla, un isolado de verde, marrón, azules. Todos los colores de la paleta suavizados por el viento y alejados cientos de kilómetros de cualquier gris urbano o de otro contacto humano.
En este lugar, Alina había construido su hogar con la soledad en una pequeña casita con todas las necesarias comodidades, no más, no menos. Y la verdad es que ambas se llevaban de lo mejor. Bueno, ahora ya han aprendido a comunicarse bien porque al inicio sí que no sabían ni cómo iniciar una buena conversación.
Ya de aquel inicio de vida habían transcurrido unos 20 años. Las cosas habían cambiado bastante. Los pajonales habían transformado su color. Los cultivos que hacía habían rotado tanto como sus 20 tiempos en la montaña. Como las cosas la gente cambia, y mucho más en una relación así consigo misma.
No obstante, en todas esas lunas no había dejado nunca de leer y de tomar un cafecito en la barra del bistró del pueblo más cercano. Esto lo hacía como rutina para salir de la rutina solo a veces porque para eso debía caminar unas buenas tres horas de ida y otras tantas de vuelta. Esas visitas eran la excusa para llenarse de libros, periódicos, mapas, revistas, manuales, almanaques o cintas de casete que le permitirían saber algo del mundo y mapear los hechos a modo de su proyecto de vida en solitario.
A unos cuantos días de su última visita al pueblo, encontró en una de las revistas una interesante entrevista a un filósofoescritorpoeta, esos tipos medios locos que dicen cosas que los demás no se atreven -aunque lo piensen y se enojen- sobre las pobrezas del mundo. La entrevista que, al tono de una revista de variedades, había tratado de sacar nimiedades de la vida de ese hombre, interesantemente terminaba con el manifiesto a la utopía que el filósofoescritorpoeta había publicado no hacía mucho tiempo atrás.
Entre tantas cosas que leía Alina del manifiesto, todo le sacudía. Le movía la razón, le conmovían las emociones, le estrujían las entrañas. Alina pensaba que pocos textos son los que tienen la capacidad de destrozarte y luego rehacerte la vida, mucho menos uno en una revista de variedades.
La realización de la utopía (Un escrito del filósofoescritorpoeta)
Somos la COOTODIA Cooperativa de Utopistas Dialécticos (se lee <<cutodia>> para hacerle más internacionalista) y proponemos hacer concreta la utopía y con/en ella realizarnos.
Y no es que dejemos de pensar en las utopías como el perfecto camino de avance, pero mucho ya han cambiado las circunstancias en el mundo. Es necesario cometer la insolencia de hacerlas realidad.
El ritmo de la vida ha sido tomado por el compás de los ciclos de los engranajes en las máquinas, por el contador binario en los ordenadores, por la deslealtad, por la inmediatez. Ya no hay tiempo para lo realmente importante: un café, la dignidad, una sopa caliente, una visita inesperada o el amor. Todo lo delegamos y nos engañamos en la ilusión de la durabilidad de la obsolescencia. El café lo reemplazamos por un small talken el chat, mientras la dignidad se nos fue arrebatada. La sopa caliente se la tiene que tomar fría porque es instantánea. Las visitas deben planificarse porque estamos muy ocupados. Todo ha sido secuestrado por el tiempo y el placer para unos pocos de una manera descarada, mientras la tristeza que amortigua el alma es herencia para las mayorías. ¿Y el amor? Hasta nosotros nos hemos olvidado de él en este párrafo.
Así, nosotros como Cooperativa de Utopistas Dialécticos declaramos que la utopía tiene que inevitablemente realizarse. Y que la utopía tiene sentido en lo colectivo. Que la utopía duerme-habita en la destrucción de lo viejo por lo nuevo. Que la utopía está en la devolución de las risas a los niños y en la entrega de una vida buena a los abuelos que construyeron este mundo mientras eran explotados.
La Cooperativa reclama la transformación no solo de lo colectivo sino de lo individual también, y de lo individual y lo colectivo a la vez, como un ciclo infinito de transformaciones que no castren la vida y que renueven las ideas. Todo junto.
La Cooperativa de Utopistas Dialécticos exigimos que la lucha levante pueblos hasta que la dignidad sea costumbre. Declaramos también que el respeto sea el principio máximo hacia lo no-humano, y que la solidaridad lo sea entre los humanos hasta que cada cual reciba según sus necesidades desde sus propias capacidades.
La Cooperativa de Utopistas Dialécticos demandamos que lleguen las ciencias y la artes -en plural-, invadan el mundo y hagan maravillas en los cielos y en la tierra sin patentes que privaticen a favor de pocos y despojen de la belleza a casi todos.
A propósito de propiedad -y para que no digan que nos olvidamos-, la Cooperativa de Utopistas Dialécticos reivindicamos la no-propiedad hasta en lo que no se mira como el amor, y en su de/reconstrucción como un acto político rompedor de reglas y realmente revolucionario. Demandamos entonces la posibilidad de sentirlo de manera voluntaria, recíproca, leal, cuidadosa y sana. Bonito. Todo eso sin menos responsabilidad por el/la otro/a y, mucho menos, sin menos pasión.
Como Cooperativa de Utopistas Dialécticos reclamamos que, ya que en muchas cosas nos renovaremos, se nos dé el legítimo derecho a seguir inventándonos palabras porque faltará tanto a lo cual darle un nombre. Y todo-todo merece un nombre.
Pero la utopía implica también incertidumbres porque es parte de la vida. Siempre lo ha sido. Nos obligamos entonces a romper lo etéreo de la utopía y darle sentido en las decisiones, cuando los cómos, cuándos, cuántos, quiénes, por qués, para qués se realicen radicalmente bajo las condiciones existentes. Así que, como Cooperativa de Utopistas Dialécticos demandamos tomar decisiones radicales que realicen la soñada utopía.
¡Ah! Y Además, nos proponemos cambiar de nombre como Cooperativa para el siguiente Manifiesto porque la utopía, como irrealizable, ya no será más necesario nombrarla porque quizás habrá perdido todo su sentido en un mundo nuevo.