domingo, 30 de mayo de 2021

Escritura creativa

 EL TIC

Por Marlene Arévalo 

Gabriel se llama la figura de un niño que fue elaborado gracias a la habilidad de unas manos que parecieran tener magia, dando forma a la tela, cuya textura y suavidad hacen de este trabajo una verdadera obra de arte.

El curioso personaje está dentro de una escuela, construida con madera envejecida, también tiene algo de magia, por sus formas y acabados que le dan un cálido ambiente, agradable y acariciante.

En su interior hay arcilla, que con impaciencia espera, pronto ser moldeada por un ingenioso artista, por algún artesano, o quizá por un principiante que con sus hábiles mano comience a darle las formas, como lo hace el alfarero.

Gabriel cuenta a su madre, las experiencias vividas, cuando a la escuela acude, a través de las palabras, expresa sus emociones, sentimientos, frustraciones y siente que se libera, lo hace con gran solvencia. Sin embargo, al hacerlo ésta detecta en su hijo, que mientras habla, algo curioso sucede, abre y cierra sus ojos de manera involuntaria y continua.

-¿Es que algo te sucede?  Pregunta la madre al hijo.

Quien no se daba cuenta de aquello que le pasaba, solamente se percata al hacerlo notar su madre.

Su tic nervioso empieza a acomplejarlo, decide tomar la arcilla de la escuela de madera, empieza a hacer figuras que le permiten una relajación emocional, siente alegría, demuestra su ingenio y creatividad, fija la mirada en la arcilla y en las figuras y eso le da mucha paz y serenidad.

Mejoran sus desajustes emocionales, le llenan de energía, logra controlar su cuerpo.

Crean emociones que influyen en su bienestar físico y mental.

Manipular las figuras le llevaba a apaciguar sus sentimientos de ansiedad, logra una comunión entre la mente y el alma.

Cierra sus ojos, reprograma su manantial energético y el sentimiento de ansiedad desaparece.

Luego de moldear la arcilla, se dirige a su madre nuevamente, ella puede observar que el tic ha desaparecido.

 

 

 

miércoles, 26 de mayo de 2021

Escritura creativa

Por Vanessa Padilla

El pajarito de azúcar desplegaba sus alas muy temprano cada mañana, estaba hecho de la más fina y dulce caña, sus plumas brillaban como cristales con los rayos del amanecer, su canto desafinaba un poco a veces pero no era falta de talento, sólo que por dedicarse a estar pajareando no practicaba las melodías que debería dominar. Su nido era de nube y como era muy suave dormitaba el pajarito complacido: se estiraba, daba un canturreo y volvía a dormir. 

Colectar trocitos de nube no le fue muy difícil en el tiempo en que construía su nido, lo difícil era transportarlos sin que se convirtieran en gotas antes de entretejerlos. Una mañana en la que realizaba un revoloteo por aquí y por allá, se encontró un cubito de jabón, lo colectó con su pico y se lo llevó a su nube. El pájaro de mantequilla lo veía desde su nido de papel y le preguntó dónde había hallado ese jabón que olía tan rico, el pajarito de azúcar no dudó ni un momento en decir que lo había encontrado en el lavadero de la esquina, pero plin se le quedaba el pico abierto y debía contar hasta 10 para poder cerrarlo, así que le dijo que lo encontró en un costal de harina ¿y qué pasa cuando tu jabón topa la nube? preguntó el pájaro de mantequilla ansioso por que le cuenten sobre las burbujas que de ahí saldrían, pero el pajarito de azúcar sabía que su pico quedaría abierto hasta contar hasta diez, entonces le dijo que se convertiría en vaselina y que la untaría en el tronco del árbol para que los gatos no pudieran subir, el pajarito de mantequilla se irritó pensando que le estaban tomando la pluma, entonces el azucarado se quedó solitario jugando con sus pompas de jabón, el goteo de las nubes formó una pequeña llovizna, pero que caía para arriba porque las burbujas se dejaban llevar por el viento y por el aliento del pajarito de azúcar que trinaba de alegría, desafinaba a veces pero la dicha sin duda valía más. Al atardecer las nubes se habían chorreado por completo, tendría entonces el pajarito que entrelazar un nuevo nido, esta vez de papel maché.

Escritura creativa

Esta tarde-noche nos reunimos a contar mentiras tra-la-lá. Gracias Isabel G. Marle A. Andrea E. Viviana B. Tomás B. Marle G. y Mirian A. por participar.

martes, 25 de mayo de 2021

Escritura creativa

Retina lunar

Por Danilo Borja 

Una luna menguante agoniza en el espacio sin poder expresar sus sentimientos hacia la Tierra de la cual siempre estuvo enamorada. Su alma está llena de tristezas porque la única forma de alcanzarla ha sido reflejándola.

A pesar de que siente que reflejar es una expresión de amor, la luna se ha dado cuenta de que lo único que logra es crear una falsa o inexistente imagen de sí misma. Esto debido a que actúa únicamente como el espejo de la Tierra; un simple objeto reflectivo semejante a una ventana o una gota de agua. Es por esto que la luna medita todas las noches si elegirá reflejar a su amor distante, pero a pesar de su tristeza e impotencia, siempre decide hacerlo. Ese reflejo es la pura expresión de esperanza de estar juntos, porque en los océanos ve su formar circular eclipsada con el rostro de su amada Tierra. Si embargo, ver su reflejo también le causa un infinito dolor porque siente que la Tierra ni siquiera la reconoce. 
Un día, en mientras decidía reflejar a la Tierra, la luna menguante optó que en esta ocasión no observaría su reflejo en el océano sino en algo más sublime y sincero: en los ojos de un niño. Apenas se ocultó el sol, la luna empezó a observarse en los ojos de un niño que abrazaba a su madre mientras le agradecía por una humilde cena. El sentimiento del niño hacia su madre era muy intenso e indescriptible. La luna podía ver el aura incandescente de ambos mientras se abrazaban. Este sentimiento atrapó a la luna que observaba de lejos y la trasportó a la mismísima retina del niño, quién después del afectivo abrazo se dispuso a explorar su patio. 
El niño tomó su linterna y empezó a cambiar en medio de unos árboles de pino gigantes. Mientras tanto, la luna se dejaba atrapar por las emociones del niño. Sentía como el niño se emocionaba por ver hojas caídas y escuchar el cántico de las ranas. Su corazón se llenaba de paz y felicidad al ver a las aves acomodarse en los pinos para dormir. Se podía sentir que todos los seres estaban conectados. En ese momento la luna se dio cuenta de quien era la Tierra, descubriendo que la Tierra no era vanidosa como parecía en los reflejos. Por el contrario la luna conoció la facetas de madre, niño y naturaleza de la Tierra. Así, su amor por ella creció exponencialmente. 
Al cabo de un par de horas el niño tuvo que regresar a casa para alistarse a dormir. Una vez que el niño cerró los ojos, la luna regresó al espacio con mucha esperanza y felicidad. Este viaje le quitó mucho peso de encima. Sus sentimientos hacia la Tierra se transformaron y su amor hacia ella se afirmó. Desde aquel día la luna decidió reflejarse en miradas en lugar de océanos.

lunes, 24 de mayo de 2021

Escritura creativa

El niño que se comió a la luna

por Marie Piedra 

Todavía era de noche cuando le llamó la abuela. Abrió los ojos, se levantó y se acercó al fuego que seguía prendido. Entre sueños acogió en sus manos el pilche de guayusa caliente que le brindó ella. Con mucho cuidado, procedió a lavarse las manos y la cara. Tomó un bocado del líquido hirviendo y se enjuagó la boca. Sentía como el calor le iba despertando, trayendole claridad a pesar de la hora temprana. Después de que la abuela le sirvió más guayusa, se sentó a observar en silencio el recipiente casi lleno mientras conversaban los adultos. 

Mientras tanto, la luna miraba pensativa cómo se despertaba la aldea. Veía a las abuelas avivar el fuego, poner a hervir el agua con plantas y llamar a sus hijos, nietos, bisnietos, y tataranietos. Les escuchaba contar sus sueños, tomar consejos y planificar su día.

- Abuelita, soñé que me comía a la luna. Era bonita, toda blanca y redonda y brillante, ¡Y me la tragaba entera!

- Eso es buena señal, contestó la abuela. Cuando seas grande, te vas a casar con una mujer tan hermosa como la luna.

Mentira, pensó entre sí la luna. ¿Cómo me va a poder tragar un niño tan pequeño, a mí que soy tan grande? Le miraba y se reía de verle ahí, tan diminuto como un zancudo. Cuando advirtió entre sus manos un minúsculo puntito blanco, redondo, que brillaba de una luz tan familiar que le entró como la sombra de una duda. Se esforzó para ver mejor y alcanzó a distinguir, alrededor del círculo blanco, los destellos de las mismas estrellas que bailan en el cielo nocturno. Y todo eso, ahí, en las manos del niño, quien de repente alzó su pilche, y sin advertir el grito de espanto de la luna, se la tragó enterita, junto con toda la noche y su perfume a guayusa.

Así fue como amaneció ese día, y todos los días después, y por eso se siempre se toma la guayusa bien de madrugada.

viernes, 21 de mayo de 2021

Escritura creativa

 LA LUNA

Por Marlene Arévalo

Luna tranquila y silenciosa, acaricia la tierra, reluce el cielo, nos maravilla con su belleza.

Ana se siente sola, tiene miedo, pero invita a la luna y resuelve su problema de soledad, le cuenta sus penas, llora con ella, mientras recorre la inmensidad del cielo, se ha convertido en su amiga y cómplice, además siente su presencia porque se refleja en el vidrio de la ventana, filtrándose hasta los rincones más íntimos de su habitación, como una agradable brisa que le brinda mucha paz. El miedo se aleja, se siente acompañada.

Cuántas historias podría contarles al mantenerme silenciosa en el firmamento, siempre dispuesta a escuchar y ser confidente.

Muchas son las historias que se tejen sobre mí, algunas me hacen sentir importante, por ser parte de la cotidianidad del hombre, ayudando a determinar fechas de siembra y cosecha, lluvias, mareas, etc. Sin embargo, también hay versiones que no las comparto. Que los lobos me aúllan, que mi presencia lleva cosas negativas, que soy un lugar donde muchos se suben y cuando menos lo piensan se caen.

El reflejo en la ventana parece no ser suficiente, probaré con reflejarme en los ojos de los seres humanos para convertirme en fuente mágica de inspiración, despertar energía, fuerza, potencial infinito.

Demostrar a todos que no se debe temer a los cambios, yo misma luego de nacer, crecer, llegar a la plenitud y desaparecer para volver a renacer, demuestro la flexibilidad de adaptación.

Mi presencia de una u otra manera me permite seguir acompañando a la humanidad.

Siempre que alces tu vista allí estaré.

Soy realismo, fantasía, claridad, imaginación o un lugar para ser conquistado por el hombre. 

Sobre todas las cosas fuente mágica de inspiración.

miércoles, 19 de mayo de 2021

Escritura creativa

 Por Vivi Buitrón C.

 

Solo en el reflejo

¡Vaya, qué calor que hace esta noche! Apenas hace unas horas que aparecí en esta playa de arena clara que en las mañanas combina precioso con el cielo. ¡Es toda una enorme orgánica composición!

En las noches, en cambio, parece un cuadro claroscuro de siluetas inquietantes. Desde este ángulo en donde me encuentro puedo apreciar el encuadre del conjunto de palmeras inmóviles que parecen sombras de gigantes en contemplación. Más allá me aparece un acantilado de rocas erosionadas por el bamboleo de las olas y los besos de los vientos.

Hoy particularmente no hay nubes. Estoy yo dominando el firmamento y me acompañan unas cuantas estrellas de luz milenaria. ¿Quién sabe cuán viejo es ese claro estelar? ¿A cuántos años luz estarán de mí? Pienso que quizás muchas de ellas ya estarán muertas, aunque me emociona saber que perviven en el espacio por su resplandor. 

Sin nubes y en mi perigeo exuberante, abro mi superficie y me dejo bañar gustosa y amplia por el sol. Su reflejo sobre mí hace visible nuevamente sobre la quietud del mar, el cual intenta ser las veces de espejo para permitirse resplandecer él también. Tal cual como en un juego de espejos sobre un escenario.

Sobre mí se ha hablado primero de todo, y se ha escrito tanto después. Desde la generación primera en la Tierra hasta el último poeta de la posmodernidad me han admirado. Gracias a eso, se han contado sobre mí mitos y leyendas, y se han inventado versos de amor y de guerra. Me han calculado la rotación y la traslación, y hasta les han dado nombres a las huellas del espacio sobre mi piel. Será por eso que prefiero mostrar la misma cara siempre, la radiante. Mi otro hemisferio, en cambio, demasiado golpeado está. Lo prefiero guardar para mí.

Dependiendo de mis humores, la gente siembra, cosecha, se corta el pelo y hasta escoge el día para llorar sus penas. Según mis fases, lo femenino también se acomoda, unas se dejan salir calientito y carmín; otras se guardan seguras en sí; y unas cuantas se entregan dispuestas a una muerte chiquita durante un instante eterno.

Parece que soy muchas cosas. Lo que más me gusta es, sin embargo, cuando los niños se asombran de mí. Van corriendo rapidísimo con sus perros por la arena. Todos están desbordantes de alegría mientras jugamos a que les persigo a donde quiera que ellos vayan. Río feliz.

Pero, ¿quién soy realmente? Quiero hallarme más que en el reflejo del sol, más que solo en las leyendas o en las letras en rima que desbordan las almas. Me gustaría encontrarme más allá de las ecuaciones que predicen mis movimientos, o de la noche a la luz de las velas entre dos.

Bajo mi mirada hacia mi reflejo sobre ese mar calmo para tocarme poquito. Quiero sentir la luz mía dentro del agua. Me extiendo cautelosa y con un poco de vergüenza. Me retraigo ante la inmensidad que estoy a punto de contemplar. Creo que el temor es normal cuando una se devela sus adentros para sí. Lo intento de nuevo y ahora hasta el agua me da la bienvenida. Dice que me he tardado demasiado en venir hasta acá. Me cuenta que el camino del descubrimiento es largo, apabullante, pero hermoso, y que no está necesariamente fuera de uno, ni siquiera dentro de uno, sino en relación con todos y todo lo demás.

Quizás entonces sí soy todo lo que se cuenta de mí, y solo soy cuando me entretejo en las historias de las generaciones. Comprendo, pues, que nuestra existencia es como un juego de espejos en un escenario, donde solo podemos ser cuando somos luz reflejada en los otros. Somos.

 

Escritura creativa

Luna expresa doble

Por Vanessa Padilla 

Solitaria y fría busca como siempre ver su luz, que no es suya, evidenciada en el movedizo reflejo del lago, cada noche recorría la amplitud de la negrura del cielo y disfrutaba verse a veces llena, a veces de perfil o a veces con su velo de oscuridad, la acompañaban las estrellas que tintineaban a su alrededor, jugueteando con el vaivén de las aguas, las noches pasaban y llegaba la aurora, pero todo volvía a su profunda penumbra y el juego de mirarse a sí misma iniciaba una vez más. Una de esas noches el viento trajo un murmullo sobre los aullidos del lobo, las canciones de trova, los versos de los poetas y las promesas de los amantes, todos hablaban de ella o más bien de una luna idealizada, acaramelada y hasta blanqueada por demás, o tal vez era ella la que dirigía hacia sí una mirada errada, ¿era el agua insincera o sus propios ojos embusteros? Decidió cambiar el rumbo de su andanza nocturna en búsqueda de un reflejo certero, pero aunque transcurrió por gotas de lluvia, pompas de jabón, retrovisores y espejos de almas no halló la imagen que los otros construían sobre ella, cansada cerró los ojos, sintió un aroma, se dejó llevar por el calor y la amargura de esa pequeña humeante noche oscura llamada café-expreso-doble y desde el primer bocado supo que había traspasado el límite del aquí y el allá, del ahora, sumergida en la amargura deliciosa que implicaba el descubrimiento de un yo intrínseco y a la vez ajeno, se dejó llevar cautivada, la noche en una taza puede aún ser infinita, su blancura era cierta, su transformacionalidad era cierta, su nostalgia era cierta, cada aullido evocaba una verdad, pero ni la infinidad del cielo, ni la de una taza de café, alcanzaban para definirla, se sintió inconmensurable como el aroma, como la oscuridad, como ella misma, y se descubrió una luna cambiante, bipolar, y hasta un poco loca, no se explicaba porqué los demás la idealizaban de tal manera, pero en el último sorbito se le ocurrió que todo depende de los ojos que miran.

Escritura creativa

Gibosa creciente, gibosa menguante

Por Andrea Enríquez

No sabría definir que era más plateado, si la luna suspendida en el oscuro vacío o esta inmensa superficie helada en donde se refleja. El horizonte se pierde ante mis ojos, no hay final en este pasillo infinito que contiene al tiempo. Rodeada de estrellas muertas, agonizantes, titilantes, latentes y nacientes. Todas ellas dejan caer su vida y su luz en la superficie glacial, y en una suerte de danza astral resurgen como proyecciones hasta desaparecer. La luna no sabe si es vida o si es muerte, la luna contempla y es contemplada. Mira su propio reflejo, se reconoce y se repudia. Vuelve a sentir que es momento de esconderse. 

“Gibosa menguante, luna nueva, gibosa creciente, y otra vez”, se repite la luna a sí misma como un mantra de caos y orden. Sostener, soltar. Está inmóvil, su ciclo ha sido bloqueado. Desesperada comienza a vibrar tratando de zafarse de la suspensión del tiempo. Silencio lapidario, la luna cae en un instante eterno, directamente sobre su reflejo. ¡Puuuuufffg! Estallido voraz. La luna está rota. El caos estelar generado precipita a todos los cuerpos celestes sobre la superficie. Uno a uno estallan contra como burbujas de vidrio en el gélido abajo.

Cuando el último astro se rompió y la quietud volvió a ese espacio de tiempo, las consecuencias se hicieron evidentes. La luna material murió, su reflejo seguía intacto sobre la misma superficie donde había caído. La luna desde el otro lado sintió paz, frío, azul cobalto y violáceos. Estaba existiendo de otra manera, estaba existiendo desde el otro lado. Como lluvia que cae hacía arriba, las estrellas muertas alzaron su luz a la dimensión en donde la luna se hallaba. Todos los reflejos estaban vivos, solo lo material murió. 

No sabría definir que era más plateado, si la luna suspendida en el oscuro vacío o esta inmensa superficie helada en donde se refleja. El horizonte se pierde ante sus ojos, no hay final en este pasillo infinito que contiene al tiempo. Está rodeada de estrellas muertas, agonizantes, titilantes, latentes y nacientes. Todas ellas dejan caer su vida y su luz en la superficie metálica, y en una suerte de danza astral resurgen como proyecciones hasta desaparecer. La luna sabe que es vida y a veces muerte, la luna contempla y es contemplada. Mira su propio reflejo, se reconoce y se ama. Vuelve a sentir que es momento de menguar.

 

Escritura creativa

Gracias Marle A. Isabel G. Danilo B. Tomás B. Marie, Vivi B. Marle G. y Andrea E. por participar en la sesión y narrar tan lindamente los reflejos del espejo de la luna, pura magia, pura luz. 

domingo, 16 de mayo de 2021

Escritura creativa

Parálisis 
Por Viviana Buitron C.

 "Elegans" suntuosa bestia que pretende vestirse con finura. Isabel Albornoz


Niebla, lluvia, frío. Los termómetros señalaban las condiciones ideales para una helada en el campo abierto del pueblo. Miro el reloj de muñeca, ya algo empañado por el calor del abrigo que traía. Las manecillas marcan las 3 de la mañana. Recuerdo que esa es la hora en la que dicen que se abren las puertas de lo desconocido.

Era la primera vez que llegaba a esta casa y a esa hora, pues no hace mucho me había mudado a ella. Aún no podía dormir bien ahí. Las últimas noches me despertaba casi siempre a esta misma hora y me era difícil conciliar de nuevo el sueño.

Me acerco a la puerta principal mientras busco la llave en el abrigo, en la cartera. La encuentro, pero se me cae haciendo un tremendo ruido que inquietó a toda la noche. La tomo y abro la puerta.

Me alegro estar en casa. Dejo el abrigo y me abrigo las manos en el caldero del pasillo que había dejado encendido hace horas. Escucho algo en la cocina, parece un ruido de maderas viejas. Prendo la luz principal.

Escucho un segundo ruido. Me confirmo que son de maderas viejas, pero vienen de la habitación pequeña, cuya puerta hasta ahora solo una vez abrí para guardar recuerdos en cajas que, seguramente llenos de polvo estarán ya, adornitos de casa que detesto, pero que me entristece tirar, y un sillón viejo, regalo de mis abuelos.

Vuelvo a escuchar ruidos. ¿Serán ratones?, me pregunto, tratando de tomar la escoba que había dejado cerca. Acerco mi oreja derecha sigilosamente a la puerta. Escucho el ruido nuevamente. Sí, viene de dentro. Debo abrir la puerta, pero inconscientemente no quiero. ¿Qué puede haber allí?

El ruido de madera viene acompañado como si algo estaría moviendo el sillón de una manera casi imperceptible. Era como si alguien o algo se acomodaba.

No tengo más remedio que abrir la puerta. Lo hago, pero mientras roto la chapa, cierro los ojos fuertemente y junto mis labios hasta marcarlos con los dientes. Tengo miedo, demasiado. Los abro con temor y veo a una especie de monstruo, un algo que parecía un alguien sentado en frente en el viejo sillón. Me sonreía de una manera burlona. Su cuerpo de formas abundantes se asemejaba a una araña peluda, pero vestía elegante y sin colores. Tenía un peinado de moño y un sombrero de cono. 

Este ser había tejido una especie de tela de araña gris, muy grande, a la que todas mis fotos viejas estaban pegadas, dispuestas en forma de ciclo. Puedo ver mi rostro a lo largo de los años en las fotos. En todas yo sonrío, en casi todas yo estoy sola. El set de imágenes termina en el rostro del monstruo, el cual me parece que se convierte en una proyección de mi rostro al futuro. El monstruo ríe mientras me teje los pies y las piernas. No me puedo mover.

De un momento a otro paso de estar en ese cuarto al mío y en mi cama. Despierto, pero efectivamente no puedo moverme. Que me auxilie alguien, pienso, pero sé que no hay nadie. Con mucho esfuerzo, y después de horas, a mi parecer, puedo despertarme completamente.

Me veo sobre mi cama y con el abrigo aún puesto, mojado. Mis manos frías tienen una foto mía, una de las que había visto pegada en la telaraña. El reloj marca las 3 de la mañana. ¿Cómo había yo llegado hasta ahí?

 

 

 

 

jueves, 13 de mayo de 2021

Escritura creativa

Por Vanessa Padilla 

“Cara de Elefante”.  Isabel Albornoz

Escuchaba gemidos, sentía como si un aliento frío le rozara, no podía ver nada, tenía la piel crispada, un escalofrío, estaba descalza sintiendo sus pies penetrar a cada paso en un lodazal cuyo olor era una mezcla de lluvia y algo gelatinoso, era desagradable, pero junto a la sensación penetrante de los sollozos, sus pies resistían mejor que sus oídos, avanzaba, pero sin saber adónde, la oscuridad se intensificaba con el frío, la humedad del aguacero y el sudor se confundían y una sensación profunda de insolencia empezó a apoderarse de su alma, el miedo, la confusión y la desesperación hacían su baile lúgubre como si todo fuera un juego, pero a ella no le gustaba esta danza de emociones atroces que la vulneraba, de repente se encendió una luz, mientras el olor del lodazal empezaba a aumentar vio pasar una sombra, se acercó cautelosamente a aquel pequeño destello para observar de qué se trataba todo esto, y vio a aquella figura, arrogante, de sonrisa forzada como si la vida fuera una alegría obligatoria y muy fingida, paseaba con un ritmo ágil y se contorneaba con las manos en los bolsillos como si fuera el mismo Pedro Navaja sólo que a éste no le brillaban los colmillos, su mirada era profunda mero miraba en otra dimensión, es difícil explicar, sus orejas de elefante se balanceaban con el andar, y esa especie de animal-humanoide empezó a gemir aún más fuerte, era su lenguaje. Escondida entre las sombras intentaba acurrucarse en sí misma, protegerse el pecho, abrazarse y darse abrigo, se quedo inmóvil cuando se percató que aquella libélula del diablo que volaba acompañando al monstruo, había advertido su temblorosa presencia, sin saber cómo actuar, envuelta en frío y mazamorra, descalza y agobiada por la oscuridad y su propia fragilidad esperó casi aguantando del aire que el monstruo no la viera, pero en un momento lo tuvo ahí, de pie, mirándola en picada con su permanente sonrisa falsa y con sus gimoteos agudos, se dirigió a ella en un tono grave que ella no había escuchado nunca y le anunció que tenía hambre, que se la comería de no estar tan pequeña porque no come insectos, que su tembladera sólo muestra su desamparo pero que no debe esperar que la lástima sea su heroína, al contrario, tanta debilidad repugna. Ella se dio cuenta de que ese monstruo soberbio y atroz reflejaba su propia sonrisa de querer agradar a todos sin ser ella misma, con esta revelación se hundió aún más en el lodo frío, no se volvió a saber de ella, sólo la libélula podría atestiguar su desaparición.

Escritura creativa

 EL MONSTRUO DEL JARDÍN

Por Marlene Arévalo



"Contemplando el jardín". Isabel Albornoz

Un pequeño pueblo amaneció con una triste noticia, había fallecido Alejandro, un señor bien parecido, de tez blanca, de gran estatura y con profundos ojos azules. Fungía como médico del pueblo, por lo tanto era una persona muy querida por todos, la causa de su muerte, una vela encendida produjo un incendio en su habitación.

El día del sepelio nadie se quedó en casa, un sentido discurso fue pronunciado por el escribano del pueblo.

Posteriormente al fondo del cementerio se hallaba un grupo de hombres, una niña de seis años de edad aproximadamente, quien había acudido con sus hermanas, se alejó de ellas, sintió curiosidad, se acercó donde estaban los hombres, le costó mucho trabajo por su pequeña estatura acercarse a una mesa improvisada con tablas, cuando logró estar en primera fila pudo ver que el cadáver había sido sacado del ataúd y colocado sobre la mesa.

Pálido como una cera lucía el difunto, no tenía rastro de quemaduras, decían que murió por asfixia.

Luego procedieron a cortar su cráneo y tórax con un serrucho, posteriormente supe que eso se llamaba autopsia, considero que fue un método extremadamente rudimentario impensable e inimaginable.

La niña que observaba sintió que un sudor frío recorría su cuerpo, levantó su carita con la esperanza de que entre los hombres estuviera su padre, que por cierto fue quien pronunció el discurso, pero no pudo reconocer a nadie.

Con movimientos torpes empezó a salir del grupo, sus débiles piernas parecían no sostenerla, miró a su alrededor, la gente se había retirado.

Llorando desconsoladamente empezó a caminar entre unos árboles de pino, a lo lejos pudo divisar un hombre sentado en un pequeño jardín del cementerio, estaba de espaldas, llevaba sombrero y un chaleco de rayas.

Dejó de llorar, se secó las lágrimas, continuó caminando, se acercó lentamente, muy temerosa, cuando al fin pudo ver su rostro, éste se asemejaba al de un elefante. Un grito desgarrador se escuchó, pensó que se trataba de un mal sueño, quiso salir corriendo.

El personaje se quedó quieto, con voz muy dulce le dijo. No te asustes mi pequeña Diana, no te haré daño, la miraba con sus grandes y tiernos ojos.

¡Sabes mi nombre! Exclamó la niña, esto le inspiró confianza y decidió quedarse.

Soy el monstruo del jardín exclamó su nuevo amigo, llevo varios días aquí, no todas las personas pueden verme o escucharme, me alegro que tú puedas hacerlo, por eso solicito tu ayuda.

¿Qué puedo hacer por ti? Dijo la niña mucho más tranquila.

Solamente debes tomar mis manos, mirarme fijamente a los ojos y podré regresar al lugar donde está mi familia y amigos.

La pequeña Diana lo pensó por un momento y decidió prestar su ayuda.

Cuando tomó sus manos y lo miró fijamente a los ojos sintió como si se elevara a otra dimensión, una sensación de paz invadió todo su ser, cerró luego sus ojos y al abrirlos su amigo ya no estaba, pudo ver cómo una luz se alejaba en el infinito.

 

 

miércoles, 12 de mayo de 2021

Escritura creativa

Una tarde-noche de monstruos y misterios basados en las plumas y tintas de Isabel Albornoz (¡qué bellas ilustraciones!), gracias por su participación en esta segunda sesión de nuestro módulo equis, Marlene A. Isabel G. Tomás B. Mirian A. Viviana B. Isabel A. Andrea E. y Marie.

lunes, 10 de mayo de 2021

Escritura creativa

Por Vanessa Padilla

Con su afán de justicia y equilibrio, se encontraba una diosa afligida al no saber cómo ayudar a la humanidad a recuperarse, o al menos a resistir frente a la situación que la abatía, otra diosa escuchaba la congoja de su amiga y se daba cuenta de que entre su magia y poderes tampoco había una manera de sosegar tanto dolor, de qué sirve entonces la divinidad si no alcanza para que los seres humanos salgan ilesos de los males que les atormentan, la verdad y la paz, la inteligencia y la magia no bastaban, el dios del trueno se acercaba a ellas sintiendo con tristeza que la dura batalla que la humanidad libraba parecía perdida y se sumó a la búsqueda de una solución, la diosa de los amores, con su carisma, intentaba levantar los ánimos de sus amigos que parecían acongojados por la incertidumbre y la frustración de ver a las personas en una lucha por subsistir, pero tampoco ella tenía una solución y así los 4 buscaban con ansias una respuesta a esa divinidad nadapoderosa y se daban cuenta de que sus potestades no eran tan eficaces como lo habían pensado, y esta pena no era cuestión de vanidad, sino de vida o muerte. De repente, algo se movió en una esquina, estaba una pequeña niña emocionada temblando al ver a los cuatro dioses discutir, mientras hablaban brillaban de colores distintos, la justiciera irradiaba un blanco resplandeciente y flotaba junto a un gran árbol con su cabello y rostro angelical, la segunda irradiaba una luz azul-turquesa y aunque intentaba mantener la calma, parecía una ola de mar a lo Hiroshige, el dios ardía un rojo como llama encendida y su furia y emotividad no lograban resolver nada y finalmente con aroma a girasol, la delicadeza de los pétalos de la diosa de los amores sugirió que el amor es siempre la solución, sólo que no sabía explicar cómo…  Chiquita se presentó animada por el espectáculo de color y les dijo, en tanto que afectada directa, que deberían, si pueden claro, ofrecer a la humanidad una luna rosa, que ilumine la noche del mundo con su poder fértil y anunciador de nuevos comienzos para que el despertar en cada ser florezca la esperanza y el coraje para afrontar con valor y sin rendirse. Así hicieron los dioses y reconocieron que en la fragilidad de lo humano se puede hallar las respuestas que la divinidad  carece.

 

 

 

viernes, 7 de mayo de 2021

Escritura creativa

 UTOPÍA EN EL MAR

Por Marlene Arévalo

 

Peñíscola, ubicada en España, lugar maravilloso, con un mar azul turquesa que deleita a los turistas y a quienes la habitan.

Adela, una joven de 25 años aproximadamente gusta de caminar diariamente por sus anchas playas, disfrutando el sonido del mar, su olor, su aire, aquella frescura que produce la brisa y todas aquellas sensaciones que transmite, como alegría y nostalgia, realidad y fantasía, sonido y silencio, tormenta y paz.

En una de sus caminatas puede observar una concha gigante muy llamativa, se acerca sigilosamente, con un poco de temor, se decide a tomarla, la revisa detenidamente, en efecto, es una concha de nácar que el mar lanzó a la orilla y en la roca se quedó trabada.

En el interior de la concha, se encontraban grabadas las palabras “Manifiesto a la utopía”

Adela consideró que era un llamado a crear su propio manifiesto, que lo denominó “Utopía en el mar” como un homenaje a su belleza y a las sensaciones que él transmite.

Con frecuencia se preguntaba, cómo sería el fondo del mar, a pesar de haberlo visto en películas como “Mi maestro el pulpo” su mente puede avizorar su grandiosidad, algo así como un imperio.

Empieza imaginando la flora y fauna marina, caballitos de mar, peces con diversidad de formas y colores, ballenas, tiburones, delfines, estrellas de mar, pulpos y miles de especies que disfrutan de un mar limpio.

Es que nadie arroja basura al mar, las playas están limpias, los ríos que en él desembocan ya no están contaminados, la pesca está controlada. 

Las lanchas de motor se han remplazado por barcas de remos.

Los animales marinos dejaron de estar amenazados.

La tranquilidad del mar no vuelve a ser amenazada.

miércoles, 5 de mayo de 2021

Escritura creativa

La realización de la utopía

Por Viviana Buitrón C.

Donde estaba no era precisamente una isla, sin embargo, se le parecía. Paisajes de frías sensaciones, magníficas montañas, la soledad de las alturas. El pajonal, el agua helada, el sol canicular del mediodía, la soledad. Sí, era una isla, un isolado de verde, marrón, azules. Todos los colores de la paleta suavizados por el viento y alejados cientos de kilómetros de cualquier gris urbano o de otro contacto humano.

En este lugar, Alina había construido su hogar con la soledad en una pequeña casita con todas las necesarias comodidades, no más, no menos. Y la verdad es que ambas se llevaban de lo mejor. Bueno, ahora ya han aprendido a comunicarse bien porque al inicio sí que no sabían ni cómo iniciar una buena conversación.

Ya de aquel inicio de vida habían transcurrido unos 20 años. Las cosas habían cambiado bastante. Los pajonales habían transformado su color. Los cultivos que hacía habían rotado tanto como sus 20 tiempos en la montaña. Como las cosas la gente cambia, y mucho más en una relación así consigo misma. 

No obstante, en todas esas lunas no había dejado nunca de leer y de tomar un cafecito en la barra del bistró del pueblo más cercano. Esto lo hacía como rutina para salir de la rutina solo a veces porque para eso debía caminar unas buenas tres horas de ida y otras tantas de vuelta. Esas visitas eran la excusa para llenarse de libros, periódicos, mapas, revistas, manuales, almanaques o cintas de casete que le permitirían saber algo del mundo y mapear los hechos a modo de su proyecto de vida en solitario.

A unos cuantos días de su última visita al pueblo, encontró en una de las revistas una interesante entrevista a un filósofoescritorpoeta, esos tipos medios locos que dicen cosas que los demás no se atreven -aunque lo piensen y se enojen- sobre las pobrezas del mundo. La entrevista que, al tono de una revista de variedades, había tratado de sacar nimiedades de la vida de ese hombre, interesantemente terminaba con el manifiesto a la utopía que el filósofoescritorpoeta había publicado no hacía mucho tiempo atrás.

Entre tantas cosas que leía Alina del manifiesto, todo le sacudía. Le movía la razón, le conmovían las emociones, le estrujían las entrañas. Alina pensaba que pocos textos son los que tienen la capacidad de destrozarte y luego rehacerte la vida, mucho menos uno en una revista de variedades.

La realización de la utopía (Un escrito del filósofoescritorpoeta)

Somos la COOTODIA Cooperativa de Utopistas Dialécticos (se lee <<cutodia>> para hacerle más internacionalista) y proponemos hacer concreta la utopía y con/en ella realizarnos.

Y no es que dejemos de pensar en las utopías como el perfecto camino de avance, pero mucho ya han cambiado las circunstancias en el mundo. Es necesario cometer la insolencia de hacerlas realidad.

El ritmo de la vida ha sido tomado por el compás de los ciclos de los engranajes en las máquinas, por el contador binario en los ordenadores, por la deslealtad, por la inmediatez. Ya no hay tiempo para lo realmente importante: un café, la dignidad, una sopa caliente, una visita inesperada o el amor. Todo lo delegamos y nos engañamos en la ilusión de la durabilidad de la obsolescencia. El café lo reemplazamos por un small talken el chat, mientras la dignidad se nos fue arrebatada. La sopa caliente se la tiene que tomar fría porque es instantánea. Las visitas deben planificarse porque estamos muy ocupados. Todo ha sido secuestrado por el tiempo y el placer para unos pocos de una manera descarada, mientras la tristeza que amortigua el alma es herencia para las mayorías. ¿Y el amor? Hasta nosotros nos hemos olvidado de él en este párrafo.

Así, nosotros como Cooperativa de Utopistas Dialécticos declaramos que la utopía tiene que inevitablemente realizarse. Y que la utopía tiene sentido en lo colectivo. Que la utopía duerme-habita en la destrucción de lo viejo por lo nuevo. Que la utopía está en la devolución de las risas a los niños y en la entrega de una vida buena a los abuelos que construyeron este mundo mientras eran explotados. 

La Cooperativa reclama la transformación no solo de lo colectivo sino de lo individual también, y de lo individual y lo colectivo a la vez, como un ciclo infinito de transformaciones que no castren la vida y que renueven las ideas. Todo junto.

La Cooperativa de Utopistas Dialécticos exigimos que la lucha levante pueblos hasta que la dignidad sea costumbre. Declaramos también que el respeto sea el principio máximo hacia lo no-humano, y que la solidaridad lo sea entre los humanos hasta que cada cual reciba según sus necesidades desde sus propias capacidades.

La Cooperativa de Utopistas Dialécticos demandamos que lleguen las ciencias y la artes -en plural-, invadan el mundo y hagan maravillas en los cielos y en la tierra sin patentes que privaticen a favor de pocos y despojen de la belleza a casi todos.

A propósito de propiedad -y para que no digan que nos olvidamos-, la Cooperativa de Utopistas Dialécticos reivindicamos la no-propiedad hasta en lo que no se mira como el amor, y en su de/reconstrucción como un acto político rompedor de reglas y realmente revolucionario. Demandamos entonces la posibilidad de sentirlo de manera voluntaria, recíproca, leal, cuidadosa y sana. Bonito. Todo eso sin menos responsabilidad por el/la otro/a y, mucho menos, sin menos pasión.

Como Cooperativa de Utopistas Dialécticos reclamamos que, ya que en muchas cosas nos renovaremos, se nos dé el legítimo derecho a seguir inventándonos palabras porque faltará tanto a lo cual darle un nombre. Y todo-todo merece un nombre.

Pero la utopía implica también incertidumbres porque es parte de la vida. Siempre lo ha sido. Nos obligamos entonces a romper lo etéreo de la utopía y darle sentido en las decisiones, cuando los cómos, cuándos, cuántos, quiénes, por qués, para qués se realicen radicalmente bajo las condiciones existentes. Así que, como Cooperativa de Utopistas Dialécticos demandamos tomar decisiones radicales que realicen la soñada utopía.

¡Ah! Y Además, nos proponemos cambiar de nombre como Cooperativa para el siguiente Manifiesto porque la utopía, como irrealizable, ya no será más necesario nombrarla porque quizás habrá perdido todo su sentido en un mundo nuevo.

Escritura creativa

 Desierto utópico

Por Isabel Albornoz

 

Esta soledad agota mis sentidos y mis pies adoloridos.

Descansaré en meditación mientras mis ojos se animan en el brío

 

Cómo duele la soledad pero aún más la vista perdida en este horizonte lejano y baldío.

 

Veo pasar las horas y las nubes a mi alrededor mientras esta tierra vacía solo me abriga con fatiga y dolor.

 

El dolor físico destruye mis ánimos pero sobre todo es la realidad y el vacío lo que aumenta mi llanto.

 

Solo veo arena y arena, desierto de hiel y extenuación

pero más frío es lo que llevo por dentro, esa amargura del pasado y el futuro incierto.

 

Desear es poco y pensar es vacuo, mejor contemplo en la arena y escribiré en ella lo que puede ser y lo que contemplaría mi alma de ella.

 

¿Cómo empezar? ¿qué se debe desear?.

 

Amable sociedad, sueños insólitos del más allá, me encuentro en el destino fatal; Mi cuerpo y mi alma encontraron este desierto al cual no encuentro sustento.

 

Pero sé que mis pensamientos y mis deseos furtivos me encontraron en estos dominios.

Lo mejor será contemplar el placer de lo hallado y navegar en este campo.

 

Encuentro una vara tirada cerca de una árbol seco y sediento.

Está será mi poderosa herramienta que me sacará de esta condena.

 

El inicio como el fin es un proceso mágico y momentáneo, es el leve suspiro de que algo ha cambiado.

 

Quiero escribir, lo que siento, lo que esta vida podría ofrecer en cada momento.

 

No busco la gloria ni la compañía efímera.

Solo quiero expresar lo que siento aunque sean puras mentiras.

 

Abrigo desde el consuelo y anhelo con consciencia que la vida fuera cierta si no existieran condenas.

 

Cuán libre brillaría la calma y las almas volarían en paz y armonía dentro de las aguas.

 

Libre serían tus ojos si miraran con sabiduría sin juzgar anhelos perdidos de imágenes podridas.

 

Libre volaría tu boca si las palabras construyeran joyas.

 

Libre acariciaría tus manos el viento queriendo volar y llegando lejos, si no te las ataras de vagancias y penas austeras.

 

Libre fuera la persona amada si no la ataras en ideas y torturas del pensamiento.

 

Quisiera hallar ese lugar de libertad donde el alma, mi boca, mis ojos, mis manos y mi corazón se encontraran en unión con la naturaleza, que quiere vivir para construir y no crear para morir.

 

Que la suave música conserve el prestigio de una vida digna, que cada persona pasee sin temor ni agonía, ¿por qué no podemos ser como las melodías que hacen bailar en diferentes notas las sonrisas de las personas que transitan en nuestra sublime vida?

 

¿Por qué no ser como el agua cristalina, que conquista terreno sin temor  o como la arena que posee tanta energía como las estrellas del cielo que son infinitas?

 

Necesitamos ser luz que brille sin esperar nada, solo brillar porque deseamos guiar en la oscuridad.

 

 Y ¿por qué desearíamos tener un cuerpo que nos contenga cuando somos más que eso? Somos la eterna sonrisa de un recuerdo fugaz, el sueño de alguien más o la dulzura de la esperanza que mantiene la osadía de la existencia.

 

Solo anhelo que si estas palabras el viento las posee o si alguien en algún momento las lee sepan que solo se debe existir y vivir con luz y poder.

 

Ríe más para conquistar la paz.

Llora más para que las lágrimas vuelen lejos.

 

No puedo decir ni establecer normas de que se debería ser, pero sí qué hacer por si vuelvo a nacer.

 

Quiero que todo lo establecido no se establezca más.

Quiero crear palabras y dormir más.

Quiero bailar cuando la calle esté transitada.

Quiero gritar cuando haya calma.

Quiero nadar cuando el cielo me lo indique y correr para poder volar 

Quiero hablar sin pedir permiso y sin temor de ser llevado al olvido

Quiero tocar sin que mis manos condenen ni quiebren objetos.

 

Quiero y quiero y quiero.

 

Tanto quiero, pero este desierto no tiene tanta arena para escribir requerimientos.

 

Espero que el viento lleve mis anhelos a los oídos de alguien más y así conquistaremos el tiempo y las normas del más allá.

 

Escritura creativa

En esta primera sesión del Módulo "equis" hemos plasmado en letras 6 "manifiestos a la utopía", gracias por dibujar el horizonte y caminar hacia él, por la intertextualidad y la magia de sus cuentos a Marle A. Isabel G. Isabel A. Tomás B. y Vivi B.  

Despedida

El cielo de la añoranza me cubre, una dicotomía entre calidez en la piel y un frío que penetra hasta los huesos, se va pintando un lila suav...